COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS
VEINTE: “…si un libro no es bueno, o muy bueno, su autor, regla prácticamente absoluta, tampoco lo es: toma conciencia de su falta de calidad y se vuelve agresivo, envidioso y amargo”. Lobo Antunes
Esta sentencia de Lobo, y nunca mejor dicho (sentencia), hace que me pregunte si yo reúno los tres adjetivos a los que se refiere el portugués, dado que lo que hago, tanto fotografías como escritos, son susceptibles de convertirse en libro (es secundario el que no lo serán nunca en sensu stricto), y, por lo tanto, lo primero que tendría que preguntarme, realmente, es si lo que hago tiene calidad o no. La respuesta es No; pero eso me lleva a una segunda pregunta: calidad con relación a qué o comparado con qué. La respuesta sigue siendo No. Si me referencio con algo o alguien, el resultado es mucho peor.
Las siguientes preguntas, entrando en los matices de las aseveraciones de Lobo, sería si son ciertas las condenas aplicadas a mi caso: Agresivo, no demasiado; Envidioso, no creo, aunque pudiera ser; Amargo, desde luego que Sí. Indudablemente, todo cierto, y tienen que ver, además, con toda una amplísima gama de deficiencias y no solo de orden “creativo” (todo tiene que ver con todo).
La siguiente pregunta sería, ¿Cuántos adjetivos negativos más caben en mi ser “creativo”? Muchos. Pero ahora no me apetece recapitularlos porque este día de diario no acabaría nunca.
Ahora bien, que nadie se llame a engaño, actuar y hacer es infinitamente más digno de consideración y respeto que no hacer, y casi nadie hace nada. Luego, si soy agresivo, envidioso (poco) y amargo (bastante), además de otras muchas odiosas consideraciones; qué serán los demás, los que no hacen nada de nada. Qué pereza me da tan solo pensarlo un poquito, muy por encima.
Una vez asentados estos principios saludables y afirmativos, diré que, prefiero un millón de millones de veces, ser agresivo, envidioso (poco) y amargo (bastante), por haber hecho, que alguien intachable, puro y libre de pecado por no haber hecho, señor Lobo.
La Fotografía: Gafas de soldar, es decir, de hacer que las cosas cambien y devengan en objetos o en otras cosas (función de la creatividad: crear algo inexistente). Eso sí, abandonadas.
«Nada puede surgir de la nada». El rey Lear. William Shakespeare