ADENTRÁNDOME EN LAS TINIEBLAS XVII
Jueves, dos de febrero de 2023
“Hablemos más de la muerte y el deseo, que comprensiblemente es en los viejos un deseo desesperado, de atajar la muerte, resistirse a ella, recurrir a los medios que sean necesarios para ver la muerte con cualquier cosa menos claridad”. Philip Roth
… Lo que afirma Roth es así, sin paliativos ni consideraciones consoladoras o buenistas. Uno de los aspectos más desoladores que conlleva la vejez no es la percepción de que la muerte está más cerca, eso, a fin de cuentas, no es tan importante (si te mueres, ya está, la vida se ha acabado, luego la muerte deja de estar presente como realidad y amenaza). La tragedia reside en el lento, inexorable y funesto alejamiento de lo que significa vivir con decoro y mínima intensidad, de todo aquello que la ha constituido en sus aspectos más luminosos y apasionantes, entre otras cosas el amor, el deseo, la risa, el placer… Y lo peor de todo, enfermedades y deterioro aparte: la imposibilidad para el amor: ya no nos enamoraremos nunca.
Los enamoramientos en la edad tardía nos ayudarían, como dice Roth, a no percibir la vejez (y la próxima muerte) con claridad. Lástima que no estemos constituidos para vivir esa última redención.
Por eso, y especialmente por eso: “La vejez no es una batalla; la vejez es una masacre”. Philip Roth
Antes de empezar este cuentecito sobre la vejez me dije que debería establecer un cierto orden en el relato: secuencial, progresivo, en definitiva, ordenado y recorrido por el tronco del tiempo en progresión cronológica. Sí, algo tan tonto y simplista, si se quiere, como acabar asomado aterrado al borde de la tumba. Ahora, en el quinto día leo lo que llevo escrito y me percato que, instintivamente, no he seguido esa pauta por previsible y sosa, sencillamente porque la vejez es desorden, caos y anticipo de todas las lágrimas y tragedias del mundo.
Un hombre tan brillante como Rafael Argullol, se equivoca absolutamente, a pesar del condicionante inicial, cuando afirma: “Supongo que la vejez debería prepararnos para habitar dignamente la línea del horizonte”.
No, no hay ni un ápice de dignidad en la vejez… Solo encogimiento y melancolía, si es que la vida mereció la pena; y si no, tan solo, amargura.
La Fotografía: Creyente sexagenario (o septuagenario) cinco.
“…sentado enfrente de mi abogado,
decido que, en los tiempos que corren, uno necesita un buen abogado, un asesor fiscal, un mecánico
decente, un médico compasivo y
una esposa fiel, para sobrevivir.
además, uno necesita cierto talento de cosecha propia,
muy pocos amigos, un buen sistema de seguridad
en casa y el don de dormir a pierna suelta por
la noche”.
Charles Bukowski