DIARIO DE VIAJE: Al sureste
Viernes: veintiséis de mayo de dos mil veintitrés.
… De verdad que no sabía qué hacer en Santa Pola, esa tarde… Y si me acerco a la Isla de Tabarca, me dije. Podría ser un modo perfecto de dar un soso contenido a la tarde. Saqué un billete para la travesía a las 17:45 y vuelta a las 19:15. Eso significaba que podría estar en la isla casi una hora. Más que suficiente. Volvería en torno a las ocho, justo para dar un paseo, cenar y retirarme al hotel, que reservé mientras esperaba la salida del barco.
El tono vital del viaje decrecía alarmantemente. Cuál era el problema: ni puñetera idea. Lo de siempre, supongo.
Cuando llegué a la isla, me dije, y ahora qué. Me acerqué a la población, compuesta por cinco o seis calles longitudinales y otras tantas transversales. Había hoteles pequeños, bares y restaurantes. Se movía un viento sordo y desapacible.
Aburrido, volví al puerto. Esperé quince minutos a que partiera el barco.
Tomé la habitación de hotel y salí a dar un paseo por el centro. En una plaza, el partido popular, celebraba un mitin de final de campaña. Pero no fue eso lo malo, ya de por sí bastante molesto; si no que, después, hubo una especie de fiesta con un grupo musical que versionaba canciones populares de los años setenta, de Peret y gente parecida (una lágrima cayó en la arena, y otras de la misma época). ¿Por qué las gentes de la política se empeñan en ser tan anticuados y aburridos? No me contesté. Eso pasaba mientras cenaba pasta en una terraza, pero que no me sirvió una bella camarera sonriente, sino un chico atolondrado.
Volví al hotel y me acosté.
He de decir que, el hecho de que me aleje de mi cotidianidad no significa que pierda el contacto con mi entorno, escueto y despoblado, pero existente. Con Carmen, mi amiga, hablaba a diario, también con Naty, de vez en cuando, y ya está, porque apenas si hay alguien más en mi vida.
También me escribió otra amiga, interesándose por el estado en qué me encontraba y contándome algunos aspectos sobre sus planes y propósitos a medio plazo. No es importante que los lleve a cabo o no (la coherencia está sobrevalorada), lo que realmente importa es acertar en las decisiones que se llevan a cabo en cada momento.
El problema del valle que atravesaba no era por falta de contacto humano, si no de motivación propia.
Confié que el día siguiente todo fuera mejor.
La Fotografía: Isla de Tabarca. Hice la travesía de ida en la cubierta, por eso de esta foto. No íbamos muchos cruceristas, en torno a 25 o 30. Volvimos menos todavía.