DIARIO DE VIAJE: Al sureste
Sábado: veintisiete de mayo de dos mil veintitrés.
… Amanecí en Santa Pola, con lluvia y truenos. Desayuné y partí hacia Murcia. Lo primero que hice fue visitar la catedral y el museo sacro del interior. Luego, comencé a pasear por la ciudad y enseguida me tropecé con el Real Casino de Murcia, que tenía intención de visitar, por supuesto. Edificio modernista de mediados del siglo XIX (su construcción comenzó en 1847). Es una reliquia, una maravilla de estilo ecléctico, de influencias modernistas e historicistas. En el momento de la visita había varios grupos de excursionistas (de la tercera edad, como siempre y como yo). Me encantó, pero no describiré el edificio ni las maravillas que contiene.
En torno a las dos me senté en una terraza, en la plaza del Cardenal Belluga. Comí pisto murciano y alitas de pollo. Todo estaba bien en esos momentos… parecía que había remontado la hondonada…
“De viaje estamos bien porque, aparte de alguna malandanza, un terremoto o un desastre aéreo, verdaderamente no puede sucedernos nada: no ponemos en juego nuestra vida”. Claudio Magris
La Fotografía: Puerta de la Catedral, con mucha gente deambulando, no sé sí con propósitos o simplemente, porque sí, como yo. En el centro de la ciudad, en las inmediaciones de la catedral me tropecé con varias bodas, y mucha gente ataviada de fiesta con pretenciosas vestimentas, lo mejor de sus fondos de armario, pero de pésimo gusto. Lo que me gusta de esta fotografía: de pronto, el mundo se detuvo.