MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo diecinueve: Museo Nacional Reina Sofia
Picasso 1906
Sábado, veinticinco de Noviembre de dos mil veintitrés
El mundo picassiano está de celebración este año, todos lo estamos (cincuentenario de su muerte).
Las exposiciones se inventan, vengan a cuento o no. El caso es que los gestores culturales se ganen el sueldo y se esfuercen en ofrecernos cultura. Eso está bien.
No, no quiero decir que una profusa muestra de obras menores de Picasso no requieran marcos adecuados, pero esta vez, según le parece a este profano en Picasso y en el arte en general, podían haber mejorado el motivo y la línea argumental de la muestra. Por qué digo esto, sencillo, porque me aburrí viendo la exposición. Soy tan frívolo e indocumentado que ya no atiendo a razones, tan solo a emociones, y en esta exposición no conseguí sentirlas.
Tal vez, lo único que me hizo vibrar un poco fueron obras en las que el artista utilizó como modelo a una de sus mujeres (la primera con la que convivió), no tan célebre como otras más glamurosas; pero, sumamente interesante: Fernande Olivier, con la que mantuvo una rica y compleja relación de ocho años, hasta 1912. Inspiró en torno a cincuenta de sus obras, en todos los soportes, tanto en pintura como en escultura. Según los técnicos del montaje de la muestra, fue un claro ejemplo de significante y significado en su obra de ese periodo. Tienen razón. En la exposición había una pequeña cantidad de ellas.
La exposición se desplegaba en dos salas y comenzaba con una numerosa muestra de dibujos pequeños, que más bien parecían solo apuntes de carácter popular: actores, saltimbanquis, mimos, arlequines…, que si bien tenían la indudable sensibilidad y calidad del autor, no dejaban de ser bocetos, o al menos eso me pareció.
De ahí se pasaba a obras de distintas técnicas y calado, gouaches, sanguinas, carboncillos, óleos y algunas esculturas, pero que, en todo momento quedaba claro que se trataba de una época de transición, preparatoria para la eclosión de años posteriores. Por ejemplo, había bocetos al óleo de lo que luego serían Las señoritas de Avigñon (1907).
Había un número significativo de desnudos, tanto hombres como mujeres, donde Picasso, al parecer, empezó a incorporar el cuerpo humano a su obra, tratando diferenciadamente a mujeres y hombres. Al fin y al cabo la exposición recogía obra de un artista de veinticinco años en el que todo era descubrir y experimentar incesantemente.
Así fui pasando de una obra a otra, algunas muy estimables, sin duda, pero pocas, por mucho que los organizadores del museo y el comisario se empeñaran en trascendentalizar el trabajo de Picasso de ese año, y el suyo propio al subrayarlo. Lo cierto es que con Picasso todo resulta fácil porque es un artista que nunca falla, se haga o se programe lo que sea a partir de su obra. Está más allá del bien y del mal en arte.
El que no estaba en esa dimensión el sábado por la tarde era yo mismo, que me sentía más acá de todo.
A pesar de mi enturbiada mirada por el desánimo que me había traído innecesariamente conmigo, tengo que reconocer que la obra expuesta era interesante, y no tanto por sí misma, sino por la constatación de todas las vías de exploración que su inmenso talento estaba abriendo: cubismo; figurativismo diferente a todo lo visto hasta ese momento; un cierto atisbo pre-expresionista cuando se acercaba a retratos o autorretratos; indagación y reinterpretación de la obra de pintores clásicos y personalísimos, como El Greco, Corot y algún otro en esta exposición (todo lo absorbía y lo reprocesaba enriqueciéndolo). Fue un precursor en su investigación plástica del arte arcaico clásico o el primitivismo africano de las máscaras rituales, presentes en la muestra. Su campo de influencias clásicas abarcaba el Mediterráneo todo y África, naturalmente. Su mundo de intereses era inacabable. No descubro nada si digo que allá donde te acerques en Picasso se abre una sima insondable de imaginación, intuición, filosofía del arte, talento infinito y una fuerza y capacidad de trabajo inagotable. Sí, creo que ante la eterna pregunta de si fue el mayor artista plástico del siglo XX, creo que sí, ningún otro ha cubierto brillantemente tan amplio espectro de las artes plásticas como él.
La Fotografía: Autorretrato, 1906 (había algún otro), con veinticinco años.