LOS DÍAS 76.1
Viernes, uno de Diciembre de 2023
Hoy he repetido el paseo de ayer, y no porque me gustara especialmente, sino porque sí. Esta vez me he llevado la cámara. Después de circunvalar la ciudad por fuera, y una vez llegado al puente del lado contrario de donde vivo (el de San Martín, posterior al de mi barrio en 300 años, más o menos), he girado noventa grados a la derecha y he atravesado la ciudad de sur a este, hasta llegar al centro. No he parado en ningún sitio. Cuando he llegado a la plaza principal me he precipitado con premura cuesta abajo, a través del Arco de la Sangre (creo que esa sangre, según la tradición católica era de Cristo, como siempre ¡que apego a la sangre tienen los católicos!), y no porque tuviera prisa, sino porque estaba hasta las narices de caminar tontamente. Además, me aburre tanto la ciudad, que cuanto más me alejo de ella, mejor. Cincuenta metros más adelante, a la izquierda, se encuentra el Museo de Santa Cruz, edificio plateresco de gran interés arquitectónico, que exhibe obras a partir del siglo XV, siendo las más importantes las de El Greco.
No sé porque pierdo el tiempo contando lo archisabido. Mi relación con el tiempo siempre se sustancia en pérdida. A veces me aburro mucho conmigo mismo, máxime si lo que cuento no me emociona.
Cuando pasaba frente al museo, de retirada a mi casa, he parado en seco porque he visto una banderola que anunciaba una exposición temporal que conmemoraba el cincuentenario del decreto que dispuso la creación del Museo de Arte Contemporáneo de Toledo (no de la apertura del Museo, no, tan solo de un decreto; hay que ver lo desesperadamente aburridos que están los gestores de lo que sea) . El proyecto fracasó pronto, ya que tan solo permaneció abierto desde 1975 a 2001, año en el que cerró para siempre. Ese efímero museo estuvo instalado en la Casa de las Cadenas (s XVI), en la calle de las Bulas. Esta no es ciudad que sea sensible a cualquier tipo de modernidad, ni siquiera si viene de la mano de la antigüedad (condición Sine qua non). En realidad la ciudad no es sensible a nada que yo pueda detectar a simple vista.
No dudé un instante en entrar a ver lo que habían montado en torno al propósito conmemorativo. A veces me parezco un tipo interesado en lo que sucede aquí. Pero no, es mentira. A mí, lo que sucede aquí me importa muy poco, pero estoy tan aburrido (como todo el mundo) que puedo hacer cualquier cosa en cualquier momento, como un idiota…
La Fotografía: Recorrí las grandes salas en crucero de la planta baja del Museo, tan solo tres, una estaba inhabilitada y tapada por los telones que reproducían obras de El Creco.