DIARIO ÍNTIMO 88
Viernes, veintidós de diciembre de 2023
AMISTAD. La primera celebración y el último refugio. Rafael Argullol
De mi amigo perdido durante el último año y medio hablé el otro día, de su operación y reciente jubilación. Nos prometimos vernos pronto y cumplimos, justamente al día siguiente, ayer.
Llegó a mi casa a las ocho y media de la tarde; después de los afectuosos saludos y los de Mi Charlie, mediante ladridos amistosos, cogimos cosas de picar y cervezas en la cocina y nos subimos a la sala grande (de leer, ver televisión, charlar largo y, a veces, declinar depresiones).
Pasamos revista a todo lo que nos había pasado últimamente, a Luis: una sencilla operación pero de molestas repercusiones; su jubilación como terapeuta de la sanidad pública, aunque no de su consulta psicoanalítica; de su vida en familia y buena relación con su mujer, y de lo prometedoramente que van encauzando la vida sus hijos; de sus planes de futuro…
En cuanto a mí, de nada en especial, porque no me ha pasado nada, salvo mi progresivo cultivo de una soledad a la que me voy entregando agridulcemente en modo adictivo. Ah, y de mi mala impresión de las mujeres (han dejado de gustarme). Nada importante, nada nuevo, nada prometedor…
Enseguida derivamos a temas existenciales que tanto nos gustan a los dos. Desde que nos conocimos, muy a principios de los años ochenta, siempre fueron temas de máximo interés para nosotros. Nos sentimos muy cómodos colocándonos en la tesitura reflexiva de personas que nos hemos comprometido con la calidad de nuestras vidas, de cómo vamos conjugando dificultades y aciertos en aras de lo mejor para nosotros. Como siempre habíamos hecho a lo largo del tiempo, procuramos confortarnos y animarnos en aspectos que podrían ir mejor de lo que van.
En los años ochenta nuestros temas predilectos eran las mujeres, los ligues y los amoríos; sin embargo, ahora, sin mujeres-aventura en nuestras vidas, todavía siguen ahí pero ya levemente, han dejado de protagonizar nuestros deseos. Por cierto, y en ese sentido, aún tocamos algunos matices ya que la noche fue larga y dio para todo un poco, Pregunté a mi amigo si era posible desear a una mujer en la era sexagenaria, a lo que me contestó, brillantemente como él es capaz, que sí, pero vestida. Caí en la cuenta de toda la razón y sentido que encerraba su respuesta. Es posible, seguramente, porque esa mujer lleve los ricos vestidos de la inteligencia, sabiduría, experiencias y bondad natural, si es que ha sido capaz de cultivarla (casi ninguna lo consigue). Y, por supuesto y necesariamente, siempre elegante, porque si no, no. Tan solo con una negligé no creo que fuera posible
Seguimos adentrándonos por los vericuetos de la creatividad, la escritura, el psicoanálisis, el incesante languidecimiento y abismos parecidos… que tanto nos gustan a ambos (sin queja y con risas frecuentes), y mi amigo trajo a colación una idea que nunca se me había ocurrido y que me resultó sugestiva: la escritura que haya podido ir inscribiendo en nuestros cuerpos la vida, los especiales momentos o puntos de inflexión de vivencias que hayamos sentido con especial fisicidad y hayan quedado grabadas como inscripciones en piedra.
Ahora, tan tarde ya, cuando tendrían que haber cristalizado en logros todos nuestros esfuerzos, también hablamos de lo conseguido socialmente. Y, entonces, nos callamos los dos y pensamos en despedirnos hasta otro día.
Esplendida noche muy bien dialogada como siempre ha ocurrido entre nosotros.
Mi amigo se despedía a las dos de la madrugada, ambos nos prometimos volver a vernos no muy tarde.
La Fotografía: «…quemad viejos leños, bebed viejos vinos, leed viejos libros, tened viejos amigos». Alfonso X El Sabio