LOS DÍAS 84
las navidades de este año ya han pasado. El año que viene no sé si habrá…
Martes, veintiséis de diciembre de 2023
Me levanté a las cinco de la madrugada; a las nueve de la mañana la niebla me tenía sitiado en mi estudio, entraba a través de todos los ventanales lo que me impedía ver mi horizonte habitual, salvo los contornos de informes edificios fantasmales y amenazadores. La temperatura -2º. Si no sale el sol, yo tampoco saldré.
Últimamente, mi sueño se ha alterado sin causa ni razón aparente (puedo dormir siete horas seguidas, o tan solo dos). En una de esas inquietas vigilias, hace unas noches, escribí un relato de incesantes mutaciones del mal encarnado en mujeres amparadas tras las sombras virtuales. Una rediviva Lilith, cobarde y maligna que nunca se hace visible, salvo en pusilánimes, inaprensibles y perversas encarnaciones. Otra forma del mal anónimo contemporáneo que se aprovecha de la vulnerabilidad que nos asusta y de los devastadores silencios que nos entristecen. Ahora, víctimas y victimarios se confunden porque viven y participan de la misma angustia. Lo publicaré en unos pocos días, y serán tres las entradas.
Fausto: ¿quién es esa?
Mefistófeles: Mírala bien. Es Lilith. Fausto: ¿quién?
Mefistófeles: La primera mujer de Adán. Guárdate de su hermosa cabellera, la única gala que luce, cuando con ella te atrapa no te suelta fácilmente.
Johann Wolfgang von Goethe
Otras cosas normales del devenir del calendario: el mundo ha celebrado la conmemoración del inicio del cristianismo.Yo no. Aun reconociendo la importancia de la nueva era que trajo consigo esa religión, en lo personal e íntimo de las personas, yo no me siento afectado en ningún sentido. Sé de la importancia que ha tenido en el mundo occidental la creación del cuento, e incluso para mí también; pero, desde casi el principio de todo, esta reverencial celebración dejó de importarme.
Solo recuerdo malas experiencias asociadas al hecho católico.
En estos días, especialmente, se celebra la exaltación de la familia, fenómeno cultural y sociológico (también político y económico). Nadie se sustrae a ese sentimiento. Yo sí.
Luego, de todo lo dicho, se deduce que a mi estos días nada me han dicho y nada importante me han traído. Ninguna vibración, ninguna emoción, ninguna risa. He permanecido solo en mi casa en los días de celebración. Como cualquier otro día de mi vida.
El núcleo y esencias festivas sucede en torno a mesas surtidas y sustanciosas y ricas comidas. A mí también me gusta mucho comer bien, con sofisticación y elegancia, pero no he conseguido conectar con el espíritu festivo y ponerme a cocinar rico para mí solo. Es más, por el mero hecho de pensarlo, me habría invadido una invencible pereza; especialmente por tener la sensación de que seguiría tontamente la corriente y lo obligado por tradición, por imperativo social o por vete tú a saber qué. Pero, desde luego, en ningún caso habría sido consecuencia de mi propio deseo, ya que ni lo siento ni lo sentiré nunca, si tiene que ver con lo que hacen los demás, en general. Y si no siento deseo, mejor no, gracias.
Para los seres humanos, el único y más auténtico sentido de las fiestas es el placer, sea gastronómico, lúdico o sexual o de homenaje a cualquier otro sentido. Lo religioso es otra cosa, generalmente forma, argumento o coartada que sirve para acallar conciencias impregnadas de culpa (el cristianismo sabe mucho de eso, lo han inventado ellos). Las religiones, si sirven como pretexto o argumento para montar el jolgorio, pues muy bien, bienvenidas sean. Si para comer bien y practicar el pagano hedonismo es necesario inventar una religión, pues se inventa. El motivo bien lo vale.
De lo dicho se podría pensar que la entrada de hoy está atravesada por una cierta amargura, la de la soledad como condena y castigo. Pero «¡Voto a Bríos!» que no es así. Mi tranquilidad y satisfacción ha sido absoluta por no haber tenido que hacer nada por imperativo ajeno a mi gusto y más auténticas inclinaciones.
Fin de ese increíble hecho social llamado Navidades.
La Fotografía: La entrada de hoy me ha salido seria y tontamente conceptual. Dictada por mi total descreimiento y falta de cualquier atisbo de fe religiosa cristiana, que es la que me ha tocado por donde nací (los dioses se han repartido territorialmente el mundo, luego la espiritualidad y sus oraciones son puro azar en el ser humano); y por mi escepticismo social. No obstante, agradezco a esta creencia, a esta religión, su infinita capacidad para generar obras de arte a lo largo de milenios. Visito con respeto y admiración sus templos y fotografío sus imágenes con sumo placer y motivación.