LOS DÍAS 85
Viernes, veintinueve de Diciembre de 2023
Hoy, por la mañana, después del paseo iré al Súper (a comprar pepinos y pollo asado para comer).
“El hombre está situado, por todas sus afecciones, en una triste alternativa; si tienen necesidades de ser amado para ser feliz, todo sistema de felicidad cierto y duradero ha desaparecido”. Madame de Stael.
Nunca he leído a Madame de Stael. No confundir con las sargentas de los chalets de prostitución militarizada, que ahora, en los tiempos de pulcritud progre que corren asquerosamente, ejercen su profesión, sobre todo, en chalets de urbanizaciones de clase media con pretensiones, pero insuficientes. Pero eso sí, con disimulo, no vaya a ser que las sacrifiquen por imperativos legales woke (esas gentes pretenden cancelar la historia y experiencias seculares humanas para instalarnos a todos en un nuevo, relamido y vomitivo paraíso alienante).
En cuando a Germaine Stael, mujer para toda clase de delicatessen intelectuales en época de ilustración y revolución (francesa), ya tengo elegido el libro que oiré en Audible: Consideraciones sobre la Revolución francesa, pero no sé si lo terminaré (cuando lo empiece, que todavía no) porque dura 27 horas y ya no tengo tanto tiempo para esos excesos destinados al olvido (ahora, todo lo que se hace, se olvida enseguida, porque ya casi nada importa).
En estos días, mi vida transcurre, como siempre, dentro de dos auriculares (derecho e izquierdo en mis orejas) oyendo una obra a la que tenía muchas ganas: 2666, de Roberto Bolaño, que dura 45 horas, pero no me importa porque es hipnótica, fascinante y primorosamente leída. Claro, tanto lujo estaba fuera de la suscripción: me ha costado 20 €, bien empleados por cierto; en sexo pagado, por ejemplo, tan solo darían para diez minutos, o a dos copas mal servidas y mal bebidas en cualquier antro de mierda, repleto de monumentos a la fealdad; y, claro, no hay color, mejor Bolaño, sin duda.
Se me está yendo la olla y el santo al cielo y estoy olvidando la cita de Madame Stael, motivo principal de la entrada de hoy: Sí, soy un hombre que necesita sentirse amado para ser feliz (pero no tanto); y desde luego, con algunas matizaciones: primero, no sé exactamente en qué consiste la felicidad, tal vez solo acierto a afirmar que es la ausencia de dolor (físico), pero no sé; segundo, si no hay ninguna persona que me quiera (en mi caso, mujer) o que yo pueda quererla a ella, siempre me quedará amarme a mí mismo, que lo hago, con pasión y sin filtros; o amar a Mi Charlie, mi alter ego en versión perro (ambos mostramos la misma indiferencia hacia los seres de nuestras respectivas especies); y tercero (seguro que hay más, pero ahora llevo algo de prisa y a la carrera no se me ocurre ninguna). Creo que la felicidad es posible sin amar y sin ser amado por nadie, tan solo: comiendo bien (no la cocinada por Mercadona, y otros sitios parecidos), durmiendo bien y sobre todo, soñando bien (que te ame una bella e inteligente mujer en el sueño), teniendo sexo de vez en cuando, a mi edad no es tan importante (es una actividad sobrevalorada) y, por encima de todas las cosas, no alimentando tontas e imposibles esperanzas (la tendencia a la esperanza, virtud teologal que nos ha legado el perverso cristianismo para amargarnos la existencia de por vida) y con eso es suficiente para estar en paz con uno mismo; o dicho de otro modo, poder ser feliz sin amar y sin ser amado, a pesar de la ilustrada Stael. No obstante, me propongo leerla. Perdón, oírla.
Por hoy ya está bien de aparentes verdades, siempre engañosas.
La Fotografía: Caracterización de un ser humano hermafrodita (mujer y hombre a la vez que se ama a sí mismo). Esta ambivalencia sexual es políticamente supercorrecta (ahora, todo, cuanto más anormal, mejor). Estoy en la buena onda, porque me voy a constituir en eso, en hermafrodita y hacer sexo conmigo mismo, o con un alter ego a distancia, como los caracoles.