LOS DÍAS 8
Si vives solo, envejeces rápido, luego te mueres antes: la soledad como acelerador de las partículas del envejecimiento (lo dice un tal Goleman).
Miércoles, diez de enero de 2024
Me he levantado de madrugada, como todos los días. He decidido cruzar la ciudad e ir a un laboratorio para que me hicieran los análisis que me prescribió el Urólogo, que ha entrado en mi vida y ha empezado a darme órdenes de cosas a hacer, que no tenía previstas. Ya veremos en qué acaba la broma.
He tardado cuarenta minutos en llegar a mi cita con la inclemente aguja, lloviznando además.
Mientras caminaba escuchaba un ensayo en audible (qué sería de mí sin ese prodigioso invento en el que te leen los libros bien y además ni tienes que mirar ni pasar las páginas), solo escuchar y procurar no tropezar con nada, salvo con los contenidos complejos, y que no te atropelle un coche.
Hoy, he caminado oyendo un ensayo de Daniel Goleman, titulado La inteligencia social, esa que yo no tengo. Además de mucha información procesada e interpretada con lucidez por el autor, me estoy enterando de muchas cosas que antes no sabía o no se me había ocurrido pensar, a saber: una mala vida sentimental, profesional, familiar, emocional o sexual… provoca en las células un deterioro grave que afecta muy directamente a un envejecimiento notorio en la víctima, por ejemplo, e incluso provoca enfermedades graves, especialmente cardiacas. En el colmo de los efectos secundarios que dan miedo, el señor Goleman, afirma que la soledad puede ser más perjudicial para la salud que el tabaco. O sea, que si estás solo y además fumas, te mueres enseguida, o envejeces lastimosamente. Menos mal que yo por lo menos no fumo.
En cuanto a la soledad, que puedo decir que no me sepa de memoria y que no haya contado aquí. A lo mejor en eso, hoy ha significado un inadvertido punto de inflexión en mi vida (aunque no creo). Me explico: como vengo diciendo, a mí, en las páginas de contactos para echarme novia o amante o lo que sea, ninguna mujer me hace caso y tampoco encuentro a moteras, que tanto me interesan; salvo hoy, que una mujer me ha enviado un saludo y enseguida hemos concertado una llamada. Lo bueno del asunto es que hemos hablado durante bastante tiempo. Nos hemos emplazado para vernos pronto. Tendría gracia que el destino apareciera justamente cuando he llegado a mi casa muy impresionado y preocupado por lo que dice Goleman, e inmediatamente después apareciera una mujer con buena disposición ¡¡¡va, será mentira!!! Me digo.
Lo mismo para compensar tanta salud, si el asunto progresa (altamente improbable), tendré que empezar a fumar para no morir como Matusalén: “Vivió Matusalén ciento ochenta y siete años, y engendró a Lamec… Y vivió setecientos ochenta y dos años, y engendró hijos e hijas. Fueron, pues, todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años; y murió”. Génesis 5:21-27
Qué bien mentía el prodigioso Moisés, escritor de imaginación desbordante y algo fantasiosa. Era bueno porque las mentiras que urdía para mayor gloria de su jefe, parecían verdad.
Después, por la tarde, he leído de un tirón, La Perra, de Pilar Quintana (autora a la que no había leído nunca), y me ha dejado anonadado, a la vez que impresionado por su belleza, su energía y virtuosismo narrativo, y sobre todo, por la fuerza dramática que contiene. Seguiré atento a la obra de Quintana, lo merece, es de las autoras grandes de ahora.
La Fotografía: Detalle de mi recorrido por la ciudad de noche, de ida y vuelta: Castillo San Servando; puente Alcántara, calle Gerardo Lobo hasta lo que antes llamábamos “bola del miradero” que nunca vi; Santiago del Arrabal, Puerta de Alfonso VI; Avenida de la Reconquista y enseguida Calle República Dominicana, donde estaba el punto de extracción. A la vuelta, más o menos lo mismo pero desviándome hacia el Paseo de Merchán frente al Hospital Tavera (me tentó la idea de desayunar café con leche y churros en el Kiosko de Catalino, muy popular en la ciudad, pero me contuve porque prefería desayunar en mi casa, al calor de mis costumbres), calle Marqués de Mendigorria, Bajada de Castilla La Mancha y de ahí a la estación de autobuses, puente sobre el Tajo, Paseo de la Rosa y directito a mi casa. Ida y vuelta de noche, salvo la última parte que se me hizo de día escuchando a Goleman (2,5 Km de ida, y lo mismo de vuelta). Ah, y la foto, que se me olvidaba la localización: Puerta de Alfonso VI (s XIII), fotografiada en el sentido de ida de mi caminata.