LOS DÍAS 9.1
El enigma de la vida de los funcionarios imperturbables…
Viernes, doce de enero de 2024
Decidí acercarme a la ciudad, con la cámara.
Llegué al centro, caminando, a las nueve y media de la mañana.
Primero me acerqué al Ayuntamiento para preguntar qué precisaba para obtener un permiso de obra para revestir la fachada de mi casa de material cerámico u otro semejante (está hecha un asco).
Discurrí por distintas y sucesivas dependencias habitadas por figuras en actitud hierática, parapetados detrás de mesas y mamparas acristaladas, enigmáticos y sombríos; por un momento dudé si eran de verdad (me refiero a que pertenecieran al género humano o que fueran mera figuración, como en los escaparates; pero ni una cosa ni otra, eran funcionarios).
La mayoría, mujeres bastante adultas como con dolor de cabeza, (será una pandemia, me dije). Ninguna sonreía a pesar de que era viernes.
Ciudadanos (clientes) como yo, ninguno.
Por fin di con la mujer que me tocaba para lo que yo necesitaba. Me dijo, fríamente (me dio un poco de miedo), que este tipo de permiso, una vez que presentara mucho papeleo, tardaría dos meses. Pensé, convencido, que en ese sitio hacía falta reducir drásticamente la plantilla y a los que quedaran (pocos) ponerlos a trabajar dura y eficazmente, por su bien, y el de todos (empezarían a encontrar un sentido a su vida flácida). Me fui de allí sin mirar atrás (no había buena onda).
Poco antes había visto, en la plaza del Ayuntamiento, como siete u ocho policías nacionales parados y en grupo miraban como uno solo subido a una grúa manipulaba una bandera de nuestro extinto país (lo ha liquidado el ególatra y siniestro prevaricador, mientras los españoles sesteábamos indolentemente). No entendí la operación logística. Ni siquiera estaban firmes, aunque solo fuera para disimular.
Tengo la sospecha de que aquí, en el paraíso autocumplido de los “progres”, la población activa está compuesta por grupos en los que uno trabaja y nueve miran y son todos funcionarios.
Luego, decidí acercarme a la Casa Museo de El Greco, a la que hacía mil años que no iba y ya ni me acordaba de lo que había dentro (suponía que cuadros de El Greco, claro)…
La Fotografía: Mi casa, con la fachada pidiendo a grandes voces que hagamos algo por ella. Se siente muy estropeada y a nosotros eso no nos gusta (la casa es de Naty y mía).