LOS MICROVIAJES
Desenlace del “ya veré” de ayer (y 2)…
Domingo, veintiuno de enero de 2024
… Después de la representación, apenas medité sobre lo que había visto (sentía que lo había entendido todo y por eso, estúpidamente, decidí olvidar la función).
Sin embargo, hoy, domingo, la obra me asaltó vigorosamente al consciente, hasta retorcerme la memoria. Me digo: -por algo será-.
Vuelvo al teatro entonces: una madre (Carmen Machi, inmensa como siempre) es una mujer desfondada a causa del vivir; pianista que pierde las partituras y apenas ejerce porque entre tocar el piano y emborracharse prefiere beber y beber. Tiene una hija a la que no quiere demasiado: –no soy la madre que te conviene- le dice repetidamente, y en otros momentos la espeta que es una inútil, o que fue un accidente, o: -tienes menos carisma que una cicatriz- afirmación que me llamó poderosamente la atención porque me pregunté: ¿tienen carisma las cicatrices? Yo habría jurado que una cicatriz es al máximo carisma al que puede aspirar un cuerpo; y uno lleno de ellas, además, sería un atributo de la pura santidad. La madre, a quién quiere mucho, es a un hijo adoptivo, discapacitado, por si fuera poca la rareza.
Todo eso lo recuerdo hoy, un día después, y no puede gustarme más.
Después, me dirigí al barrio de Vallecas (creo que ahora se llaman distritos), a buscar a unos queridos amigos, Armando y Mamen, con los que cenaría. Hacía seis meses que no nos veíamos. A las nueve y media, después de los abrazos y besos, nos sentamos a cenar y a charlar ávidos de mirarnos mientras hablábamos. Solo con vernos cualquiera podría haber pensado que todo nos iba estupendamente, al menos en esos instantes. Otra vez la eterna paradoja para mí de las relaciones sociales: ¿por qué sí y por qué no?
Conté a mis amigos, lo mal (o bien) que me iba en las relaciones amorosas que no tengo (para ellos, eso no es problema porque ya se quieren y se bastan ellos solos). Les conté que en su vertiente virtual las no relaciones a veces adquirían matices prodigiosos, aunque esperpénticos: ese mismo día, por la mañana, escribí a una mujer lejana que me pareció atractiva e interesante (mi mensaje fue muy enrollado); pero resultó ser una mujer trampa, porque la que me contestó, tan solo unas horas después, había mutado en una otra inelegante con el pelo multicolor, como un ave del paraíso despeluchado, y expulsado, claro. Si me engañan, no hay modo, les dije a mis amigos. Estuvieron de acuerdo. Nos reímos juntos de ese asunto, de la virtualidad amorosa, inexistente por su propia naturaleza. Sin presencia todo es quimera y lastimosa pérdida de tiempo.
A las doce nos fuimos a nuestro local de copas habitual durante años. Había cola para entrar que los porteros retenían a duras penas. Nosotros pasamos obviando olímpicamente el barullo como gente importante que no éramos, y porque, asombrosamente, éramos Vip, a pesar de que ya no vamos nunca. Nos saludamos efusivamente con los dueños y los empleados que conocíamos. Naturalmente ahí no pagamos nunca, porque somos gente privilegiada, somos putos Vip. Ante ese clamoroso éxito social, me pregunté una vez más ¿son convenientes las relaciones sociales? No me contesté, claro.
Inicié el regreso a mi casa (80 Km) a las dos y media. Fue una experiencia de mucho miedo porque la noche me parecía más oscura de lo normal y la carretera no se estaba quieta, oscilaba y se retorcía sobre sí misma como si fuera un ser vivo blando, multiforme y disgregado. A veces, incluso, desaparecía, o aparecía por el sitio que menos me esperaba. Cuando paré frente a mi casa me dije que no fui yo el que condujo, no, que fue el coche el que me trajo porque se sabía el camino.
Hoy, un día después de mi alocada incursión en el mundo de los seres vivos y presentes, me siento feliz y completamente entregado a mis circunstancias y los silencios de mi casa, diciéndome: -no puedo ni imaginar nada en mi vida que iguale un domingo como hoy, pleno de silencio y quietud y tranquila felicidad-. Otra vez el dilema: ¿relaciones sociales, sí; relaciones sociales, no? Me contesto: Depende.
La Fotografía: Del primer local fuimos al segundo (tienen varios), que se encontraba cerca; y en ese, celebraban la fiesta del quinto aniversario a la que nos unimos discretamente pero felices por haber llegado hasta esas altas horas a nuestras edades, fácilmente, incluso.