LOS DÍAS 11
Dos hombres santos se comieron un cocido…
Martes, veintitrés de enero de 2024
Ayer lunes. A pesar de todo, fue un buen día.
Siguiendo mi recientemente inaugurada actitud vital estruendosamente animosa (ver el diario desde el veintitrés de este mes); por la noche, concretamente a las nueve, me planté delante de un local de mi ciudad llamado La Divergente (cosa de cooperativistas muy de izquierdas, proselitistas como curas; pero no me importó), donde estaba anunciado un concierto de un grupo que no conocía llamado: The Magnetics; por qué no, me dije: -mejor hacer que no-.
Bobada por mi parte porque tenía que haber previsto que los promotores son una especie de asociación de aficionados a la cosa política y social (es lo mismo); nada que ver con una empresa seria que cumpla con sus compromisos.
El caso es que sucedió lo probable: a las mueve de la noche todas las puertas de acceso estaban cerradas y las luces apagadas. No se habían tomado la molestia de colgar un anuncio disculpando el cierre (se creen que por ser aficionados están exentos de responsabilidad).
Se me puso cara de tonto, volví a mi casa y entonces se me pasó porque una vez que vuelvo se me pasan las tensiones del mundo. Me prometí no volver a ese sitio (quizá la incumpla).
Hoy martes el día se ha presentado con un clima complicado: frío y niebla.
A la una y media he salido de mi casa para encontrarme con mi amigo Ángel para tomar un aperitivo y después ir a algún restaurante a comer un cocido. Hace mucho tiempo que no celebramos esa liturgia gastronómica.
El cocido salió a nuestro encuentro en un pueblo, Layos, y estuvo realmente bien, rico. Luego tomamos café en una terraza del restaurante al sol, hablando de literatura, cine, política e ideologías (desolador panorama, el del gobierno), fútbol, mujeres y deseos (cómo no), vejez y de planes, pero como de eso no teníamos, suspendimos la soleada epifanía y volvimos a la ciudad a las cinco y media.
Y el día se acabó para mí: un ratito de escritura, otro de lectura y uno más de tele.
Mañana, no sé, seguramente no haré nada que me inspire una entrada en el diario. Veremos.
La Fotografía: Mi amigo Ángel y yo subidos en ascéticas columnas, representando nuestro más genuino papel de hombres santos, en Toro (a veces hacemos bolos, hoy en Layos, otro día en Toro, y así lo vamos llevando).