DIARIO DE UN CONDENADO 1
“Eso era lo peor: vivir sin ganas, sin tensión, aflojarse, acurrucarse en el tiempo y dejarse mecer por la rutina de los días”. Luis Landero (La última función)
Viernes, ocho de febrero de dos mil veinticuatro
He terminado La última función, de Luis Landero. He dicho, siempre que ha venido a cuento, lo mucho que admiro a este escritor. En cuanto a esta última obra en la que despliega dos vidas paralelas, arrojadas por una pendiente vertiginosa hacia abajo, siempre hacia el despeñadero; pero que, de pronto, por una especie de sortilegio su vidas remontan el vuelo juntas, precisamente por ese hecho, por haberse encontrado; y es ahí, precisamente a partir de ese radical vuelco donde me separo de Landero, donde se me pierde porque creo que él mismo se desorienta adentrándose en lo inverosímil, en la magia desde un naturalismo creíble. En la vida, querido Luis, eso no sucede jamás, a pesar de todo, de tu arte y de ti mismo. Lo siento, Luis, pero esta mágica historia tuya, finalmente me ha dejado frío. No te preocupes, tú has estado bien, sencillamente mi desorientación e insensibilidad la llevo conmigo mismo. Es más, como en ningún momento cuestiono tu inmenso talento, y porque afortunadamente aún me queda mucho por leer de tu obra, inmediatamente comenzaré: Retrato de un hombre inmaduro. Una elección obvia y previsible por mi parte.
Hoy es viernes, y sin embargo llueve. En mi ánimo también. No sé si saldré en algún momento del fin de semana porque paraguas no tengo y mojarme no me apetece, y si salgo, me mojo seguro. Lo malo es que si me quedo en mi casa, me mojaré igual.
Dice Marco Aurelio: “El hombre no puede encontrar un lugar más tranquilo que en su propia alma”. Eso es radicalmente mentira, más bien todo lo contrario, el alma es un territorio borrascoso y atormentado, convulso y hostil. El hombre está condenado a una muerte oscura y doliente. Cuando conoces esa fatídica y siniestra condena, no puede haber paz posible. Sí, esto que suena a boutade, es lo que me parece. Por eso, estoy hasta las narices de los estoicos apaciguadores, y de los idealistas e incluso de los epicúreos; y, naturalmente, de los católicos y de los judíos y de los musulmanes (todos esos medrosos parapetados detrás del dichoso libro). Todo es una jodida mentira.
Sí, hoy es viernes, y esto no está funcionando bien. El fin de semana no me salvará de nada. Recuerdo que, no hace mucho tiempo, apenas diez años, para Naty y para mí (vivíamos juntos entonces), los viernes eran momentos de fiesta y excitación vivencial. Los esperábamos con impaciencia. Ahora, para mí, los viernes o cualquier día de la semana son lo mismo. A pesar de lo que dice Landero (ver cita introductoria), todavía me resisto a dejarme mecer por embrutecedoras y alienantes rutinas. No tardaré mucho en hacerlo y todo habrá acabado.
La Fotografía: Y si Jesucristo fue un personaje depresivo, tendría gracia, a qué sí. No creo porque fue un hombre (no Dios, solo hombre y creo que todo el mundo sabe eso ya, y luego están las fábulas) dedicado a un objetivo inconmensurable: hacerse pasar por un Dios, y esa tarea era tan grande que no le debía quedar tiempo para la neurastenia y la duda, y mucho menos para crisis existenciales de amplio espectro. No sé, pero a mí el personaje colgado de clavos de la foto de hoy, me parece deprimido o muy entristecido. Y eso que lo de la vida efímera no iba con él.