MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo veinte: En mi casa (y 3)
Sábado, diez de Febrero de dos mil veinticuatro
“La fotografía parece necesitar del lenguaje para significar. Todo es tan visible que hace falta que Jean Marie Schaeffer en su libro sobre la fotografía llame el saber lateral, es decir, ciertas informaciones que no surgen de la propia imagen. Como los sueños, la foto necesita del lenguaje para encontrar sentido. Digamos que necesita un título. Mejor sería decir (freudianamente) el título de la foto es la interpretación”. Ricardo Piglia
… Sí, tal vez en este capítulo debería ocuparme más de la fotografía que al fin y al cabo es el pretexto plástico y argumento principal de este diario.
La fotografía tuvo todo el sentido del mundo para mí durante cuatro décadas, pero no fui capaz de desentrañar su misterio, que indudablemente tiene, pero no estuvo a mí alcance.
De todas formas, siempre sospeché que no era un lenguaje puro, como la poesía (solo palabras); como la música (solo notas); escultura (solo materia); pintura (solo eso, pintura)… y frente a esas técnicas escuetas y propias, el alma del artista: él solo frente a sí mismo y el vacío que deberá llenar con su obra. La fotografía, sin embargo, es otra cosa excesivamente intervenida y contaminada por lo que le que siempre es ajeno a la propia verdad.
“…La imagen fotográfica considerada en sí no es un mensaje…Identificarla con la representación de un sentido instituido es, a mi modo de ver, negarse a comprender algo del arte fotográfico”. Jean Marie Schaeffer
No obstante y a pesar de mis recelos, me ilusioné durante todo ese tiempo porque pensaba que su verdad me sería revelada, pero no fue así. Se combinaron las dos caras del hecho creativo: el soporte o lenguaje artístico con los secretos que le son propios y la capacidad del artífice para desentrañar lo que el arte siempre guarda celosamente. Ambos lados o caras no me fueron propicias, o reveladas y nunca mejor dicho.
Ahora, la fotografía ya es otra cosa, el paradigma original dejó de existir y desapareció porque siempre fue propicia para colonizaciones espurias por fácil (en su campo de actividad cualquier tonto podía creerse un genio y ahora, por si fuera poco, la dichosa IA).
No, no quiero establecer estúpidas comparaciones porque el tiempo y el devenir humano avanza inexorablemente y cada momento tiene su alma y sentido y también su filosofía y su verdad. Sencillamente, ahora, en fotografía estamos en otra dimensión y sálvese quien pueda.
Cuestionar el devenir es una inmensa y solemne tontería. Por todos lados y a todas horas me encuentro con gentes, supuestamente cualificadas, que se quejan incesantemente del presente en aras de un mejor pasado. Imbecilidades supuestamente ilustradas.
En cuanto a mí, simplemente, se trata de algo tan sencillo como que yo me empeñé en otro momento del devenir fotográfico, y ahora, sin darme cuenta, la fotografía ha pasado página y esa catarsis me ha dejado fuera de juego. Así están las cosas y es perfecto que así estén (los viejos al geriátrico).
La Fotografía: Realicé la toma con película -35 MM. Kodak High-Speed Infrared expuesta a 400 ISO (uno de los últimos rollos de los que disponía de esa maravillosa película). Revelé con HC110 B. 21º durante 9’ 30”. Positivé dos copias de 18*28,5 cm en cartón baritado Ilford Multigrado FB Warmtone brillante, al que apliqué un baño protector de Selenio, en 2012, un año después de haber realizado la toma.
Así trabajé y trabajé y trabajé hasta el cansancio, intentando alcanzar la esencia fotográfica en soporte analógico (con diversas películas de 35 y 120 mm) a lo largo de cuatro décadas. Durante ese periodo realicé decenas de miles de tomas y expuse varios miles de rollos y realicé algunos miles de copias, guardadas en mi casa en un gigantesco mueble de treinta y seis grandes cajones y en armarios (ahora esperando su destrucción definitiva). En mayo de dos mil veinte guardé todo mi equipo analógico en una vitrina (el laboratorio todavía lo conservo) y comencé a fotografiar con una cámara digital de medio formato para seguir la tradición de mis Mamiyas (Fuji GFX 100), con el sueño de alcanzar por fin alguna verdad fotográfica. Sin embargo, ni así. Desde ese fatídico momento (66 años), todo han sido pérdidas desoladoras. Nada he ganado, todo lo he perdido y el verdadero mal está por comenzar. Será un infierno que me destruirá de muy mala manera.