LOS DÍAS 20
¿Temes a la muerte, Espartaco? No más que a la vida. (Diálogo entre Tony Curtis y Kirk Douglas (Espartaco), de Stanley Kubrick (1960)
Domingo, veinticinco de febrero de dos mil veinticuatro
“No sé de qué malentendido ha nacido la idea de que el aburrimiento resulta de algún modo necesario, obligado e indisolublemente ligado a las más altas actividades del espíritu”. Natalia Ginzburg
Eso digo yo. Aunque, tal vez, el rechazo pueda generar un movimiento inercial buscando el extremo opuesto. La reacción, en este caso, es buena.
El aburrimiento como expresión de la derrota me parece odioso, estéril e indigno.
Siento mucho reconocer que es una sensación que no me es ajena. A veces, frecuento sus tristes paseos solitarios.
Hoy, domingo, me he levantado tan temprano como siempre. No se me ocurre que podría hacer a lo largo de todo el día. Estoy en blanco. Llueve. El día está pintado de gris sucio.
Ayer, por la tarde, hablé con Emma y Gabriel. Hoy no hablaré con nadie.
Pero, vamos a ver, no habíamos quedado que un cierto aislamiento y el silencio te encantaba -me digo-
Sí, eso era ayer, pero hoy no -me contesto-
El único modo que se me ocurre de eludir, que no combatir, a ese encarnizado enemigo es la mudanza incesante del estado de ánimo: solo en días alternos, o uno de cada tres -mucho mejor, sería-
Cuando me caiga encima (como hoy, parece), se me ocurre procurarme una especie de sedación que anule la percepción del paso del tiempo vacío; sí, una adormidera, un potenciador de la inconsciencia o neutralizador de las sensaciones desanimadas, flojas, embobadas. O, mucho mejor, los buenos entretenimientos.
Por ejemplo, me resulta de gran ayuda la lectura recreativa, es decir, novelas de acción trepidante, de las que me permitan vivir con los protagonistas anhelos y aventuras, a buen ritmo. Quiméricos y difíciles objetivos en los que ellos se hayan empeñado y que finalmente consigamos y ganemos todos, ellos y yo.
Ahora leo Absolución, de Luis Landero, al que asumo como un alma afín por la empatía y proximidad que establezco con sus personajes; pero es tan triste, que en plena comunión con su escritura me dan ganas de llorar. No obstante no lo abandono porque para mí Luis es adictivo, un hermano.
Para compensar esa energía que tira de mí hacia abajo, aunque descienda encantado; oigo ahora, en audible, Maldita Roma, de Santiago Posteguillo, centrada en la vida de Julio César, personaje que le sirve no solo como biografiado; sino, también, para radiografiar a la Roma del último siglo previo a la era cristiana (cuando los siglos se contaban en negativo) y el final de la época republicana. Describe admirablemente la complejidad política, normativa y jurídica de esa época. Creo que Posteguillo ha crecido no solo como cronista e historiador de figuras y épocas históricas, sino, también, como novelista, ya que ha mejorado el tempo y el despliegue y ordenación de la narración. Ha depurado el estilo y eliminado mucho del ruido de situaciones románticas que se empeñaba en colarnos y que tan mal resolvía con recursos empalagosos y casi siempre cursis. Estoy disfrutando mucho de la sólida y entretenidísima novela ya que despliega un acción incesante, matizada a través de unos personajes muy bien construidos, plenos de vigor, personalidad, inteligencia, recursos dialécticos y sutiles capacidades retóricas. En estos días de tribulación y perplejidad para mí, Posteguillo me está ayudando mucho a superar el trago (la locución se desarrolla a lo largo de 30 horas que suceden sin respiro).
La Fotografía: Entre las subtramas que aborda la novela está la guerra de Roma contra el ejército de esclavos liderados por Espartaco, magníficamente contada entre otras paralelas de ese momento histórico. Es una historia muy celebrada desde la perspectiva de la lucha por la libertad, tan universalmente aceptada y tenida como uno de los grandes referentes históricos de la épica de la lucha de los débiles contra los fuertes. Posteguillo cuenta admirablemente la contienda y la derrota de Espartaco dignificándola, haciéndola grande. Kubrick hizo de esta historia una gran película, que no entraré a comentar como tal porque la entrada de hoy se me iría de las manos. Lo que sí diré es que un domingo condenado al aburrimiento lo salvé brillantemente porque decidí dedicar la tarde a revisitar la película. Fuera aburrimiento dominguero (ni se me había ocurrido algo así a primera hora de la mañana). Gracias al arte, una vez más, un odioso domingo mutó en uno estupendo y super entretenido. La foto: el campo de derrota de Espartaco, de la película, claro.