DIARIO DE UN CONDENADO 6
“…Magdalena habría acudido a reunirse conmigo y tras unos cuántos besos me habría convencido de que optará por seguir vivo, nos habríamos fugado juntos, habríamos ido a vivir a una tierra lejana ajena a mi reputación y habríamos llevado la maravillosa existencia de la gente corriente…” (Jesucristo elaborando alternativas felices, aunque imposibles porque su Padre había diseñado otro destino para su vida, que él no conseguía entender), en Sed, de Amelie Nothomb)
Jueves, cuatro de abril de dos mil veinticuatro
Ayer terminé Jauja, de Use Lahoz, bien, no me ha defraudado en absoluto; es una buena novela en el sentido clásico del concepto, muy buena, incluso. En este paciente relato (dividida en dos partes), con saltos en el tiempo muy bien estructurados, habitaban muy malas personas, especialmente la protagonista, mujer perversa e impía; y hombres buenos y algunos malos, también. Solo pondría una objeción a esta obra: es larga, larga, larga. Parecía un novelón decimonónico, y para eso ya no me queda tiempo. O dicho de otro modo, la he escuchado entera, con gusto, porque lo he hecho caminando entre flores y atento a esquivar a quien pudiera interrumpirme en la escucha (no es frecuente, pero a veces esa desgracia me sucede, cuando me descuido). Sin embargo, en papel o en iPad (leída línea a línea), me habría sido imposible hacerlo, por falta de tiempo.
De ahí, de esa novela, he saltado a mi escritora favorita en los últimos tiempos: Amelie Nothomb, Sed, se titula; en la que el protagonista es Jesucristo y su entorno humano y sus circunstancias, tan lamentables: le crucificaron, nada menos. Cuenta como se sentía la noche anterior al viacrucis; o el desastre del colegio de abogados designándole el peor defensor de oficio imaginable; o la ingratitud de los beneficiados de sus milagros (a ninguno le vino bien el favor y declararon en su contra en el juicio) ¡oh, los humanos, tan ingratos siempre!
Lo más bonito de lo que llevo leído (oído, la novela es de audible) es cuando relata el bien que le reporta amar apasionadamente a Magdalena, sobre todo por la belleza de esta, que para él es tanta que le parece inexplicable, digna de veneración y amor fou. Para el Jesucristo de Amelie, la belleza femenina es un valor absoluto (para mí también). Él dice preferir a las mujeres, yo, hasta hace nada, también. Ya no (me han abandonado). Lo peor de todo: no me siento deseado por ellas.
Hoy, a las ocho y cuarto de la mañana, podría seguir escribiendo un buen rato todavía, pero lo voy a dejar porque no me conviene contarlo todo en una sola entrada.
Seguiré en otro momento con la maravillosa obra de Amelie, tal vez mañana, ya veré…
La Fotografía: Museo Nacional de escultura de Valladolid. Llanto sobre Cristo muerto, de Juan de Borgoña, el joven. Cuatro mujeres rodean a Cristo: a su lado la Virgen, detrás de ella María Salomé y María Cleofás; a sus pies María Magdalena, su amada, dispuesta a cubrir su cuerpo con un ungüento. San Juan, detrás de Cristo le sujeta la cabeza con un paño; más alejado Nicodemo, de perfil; y José de Arimatea al fondo, ocupado en su trabajo.