DIARIO DE VIAJE: al Norte.
“…Permanentemente, en cada rincón de las calles, en cada esquina, en los cruces y en las plazas, en la ciudad o los desiertos, a la luz o a la sombra, por todos los caminos y los accidentes del paisaje, siempre y en todas partes nuestro personaje busca el orden íntimo”. Michel Onfray
Primer día, domingo, veintiuno de Abril de dos mil veinticuatro (3)
… Sí, el orden íntimo, que en el personaje que encarno, atropellado por diversas decepciones, ni mejores ni peores, ni catastróficas ni dramáticas, solo contingentes y circunstanciales del ahora (de las de antes no me acuerdo, ni importan ya), busca como dice Onfray, un cierto orden que en este viaje, como en todos, consiste en comer a una hora razonable, dormir confortablemente y que cuando busque la belleza o al menos un cierto equilibrio estético lo encuentre.
La suerte no me favoreció en Ampudia, donde llegué a las dos de la tarde, desde Wamba (42 Km); justo a la hora en la que cerraron el magnífico castillo hasta la semana siguiente.
Construido entre 1461 y 1488 por el señor de Ayala y Salvatierra, hijo del primer titular del Mayorazgo de Ampudia. Posteriormente, Pedro Ayala, su propietario, se enfrentó a las tropas de Carlos I, en la batalla de Ampudia de la guerra de las comunidades, por lo que el emperador confiscó el castillo que más tarde devolvió a cambio de 20.000 ducados.
Me desplacé a la plaza paseando por calles porticadas plenas de sabor antiguo y evocadora arquitectura popular. Bellísimas. Entré en dos o tres restaurantes y en todos me dijeron lo mismo: estaban completos y era imposible que me sirvieran nada, ni siquiera un triste bocadillo…
La Fotografía: Volví hacia el espléndido Castillo (había aparcado al lado) y me tuve que conformar con fotografiarlo desde lejos; aun así me gusta esta fotografía, realizada con la decepción y el malestar del hambre.