DIARIO DE VIAJE: al Norte.
“Lejos de ser una terapia, el viaje define una ontología, un arte del ser, una poética propia”. Michel Onfray
Segundo día, lunes, veintidós de abril de dos mil veinticuatro (4)
… Antes de Carrión de los Condes, parada obligada en Villalcazar de Sirga (bello nombre para una localidad), donde se encontraba un templo memorable: Santa María La Blanca, considerada en su tiempo como Catedral Templaria.
Era la una y media de mediodía. Me dirigí a la iglesia, a punto de cerrar, y en la puerta me encontré con una mujer que parecía sexagenaria, alta y fuerte. Transmitía confianza y fuerza expresiva. Me contó con naturalidad y entusiasmo, a grandes rasgos, aspectos del templo y su historia. De sus palabras se desprendía un gran orgullo por cuidar de la pequeña Catedral, tan bella y especial; sí, y de ser y vivir en Villalcazar de Sirga, de tan solo 169 habitantes. Toda su vida había vivido allí con su familia, según me contó. Su marido e hijos trabajaban en el campo. Me encantó esa expresiva mujer por su carácter desinhibido y porque tuve la sensación de que era de esas personas que todo te lo hacen fácil y en este caso que la visita fuera tan especial. Tan solo me costó 3 €.
Santa María La Blanca es un templo fortaleza de transición del románico al gótico. Comenzó a construirse en el siglo XII y se terminó en el último tercio del XIII. Fue Fernando III el Santo el que promovió la construcción, con la participación de los Caballeros Templarios, protectores de los peregrinos que se dirigían a Santiago, y la orden del cister.
El exterior se asemejaba a una fortaleza. La planta interior: tres naves atravesadas por un doble crucero de cinco tramos.
Especialmente rico era el retablo del Altar Mayor en madera tallada, de Manuel Álvarez de Palencia.
La pequeña catedral era grande, majestuosa y bellísima. La visita hizo que me sintiera contento, encantado. El encuentro con la belleza dota de un sentido total el hecho del viaje… Además, es un gusto infrecuente encontrarte en el viaje con personas singulares y cordiales. No olvidaré ese maravilloso pueblo, su magnífico templo y a esa mujer, sencilla y vigorosa.
La Fotografía: Me emocionó especialmente la serena belleza de los dos sepulcros góticos donde yacen el Infante Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio (hijos ambos de Fernando III el Santo) y Beatriz de Suavia (s XIII), iluminados por la tamizada luz del rosetón.