DIARIO DE UN CONDENADO 8
“No es bueno dejarse envejecer por la vejez. Pero es peor mantenerse joven mediante artificios”. Sándor Márai
Martes, catorce de mayo de dos mil veinticuatro
Ayer tuve la impresión de que me veré obligado a tomar alguna decisión que me resultará especialmente gravosa, aunque coherente para mi vida (más adelante iré contándolo). Será una decisión práctica con efectos económicos inciertos y desastrosos para mi salud vivencial. Pero se impone ir liquidando el pasado definitivamente y tomar decisiones sobre lo que debo hacer y no hacer con mi vida. Otra cosa sería verme abocado al ridículo error (y si no, también). ¿Qué es el ridículo en la edad provecta? Aparentar lo que ya no se es y, sobre todo, empeñarme en tener vivencias que ya no me tocan por antinaturales. Por lo que no es sensato para mi cuerpo y alma porque ya está fuera de lo razonablemente posible en mi vida y de lo que me toca vivir ahora.
Cuando la que fue mi mujer, Naty (sensiblemente más joven), se fue de mi vida porque nuestra relación natural se había desequilibrado (yo ya era viejo y ella todavía no); no entendí el mensaje y las leyes de la naturaleza, a pesar de mis 68 años recién cumplidos; y me lancé desesperada e inconscientemente a buscar y regalarme una nueva historia amorosa, sin darme cuenta de que eso ya no me tocaba, que ya no era momento para esa quimera que tanto se parecía a la patética estupidez.
Viví una humillante historia amorosa para mí; hasta que aquella mujer, también sensiblemente más joven, como veía que yo era tonto del culo y no me daba cuenta de la edad de mi vida, me mandó a la mierda por viejo. Tenía razón.
Luego, a lo largo de los dos años posteriores, he seguido intentando algo parecido porque la soledad duele. Ridículo empeño también porque lo que no es lógico y acorde con las circunstancias vitales nunca puede salir bien.
Estoy luchando como un titán en hacerme viejo con coherencia y verdad (es terriblemente difícil de aceptar, como la muerte), o, dicho de otra manera, cuando digo verdad me refiero a hacer cosas propias de mi tiempo y naturaleza. Eso no quiere decir que me salte etapas por llegar antes a un estado de vejez prematura. Por ejemplo, la palabra amor, la palabra sexo, la palabra vitalismo (extemporáneo) y algunas otras impropias, tacharlas enérgicamente de mi diccionario cotidiano y expectativas vitales. Si lo consigo, que lo conseguiré, todavía me quedará un amplio margen para la satisfacción tranquila con las cosas que me interesan, todavía bastantes, con momentos de placer que pasarán por mis opciones de ahora y no por las que me causaban placer con veinte o treinta años menos, porque esas, definitivamente ya no cuentan porque no existen. Son imposibles.
Ayer, a media mañana, me sentía tranquilo confortablemente instalado frente a mi pantalla y teclado escribiendo, gozando con lo que hacía. Sonó mi móvil y recibí una lamentable noticia, alguien cercano a mí había tenido un grave tropiezo por vivir a destiempo, según mi opinión. Mal asunto que hace que me reafirme en que mi esfuerzo tenga sentido. El resto del día y noche lo pasé mal, acordándome de ese contratiempo que probablemente tenga consecuencias para mí.
Mi actividad en la página de contactos sentimentales, buscando lo que verdaderamente ya no necesito, es penosa, lamentable y humillante. Tengo que acabar con eso.
En cuanto a cuestiones sexuales, mi cuerpo todavía demanda actividad, pero está equivocado y tendré que hacérselo saber.
Hace tan solo dos o tres días, vi a una mujer en pantalón corto, bastante más joven que yo (la conozco) y quedé espantado por la tristísima visión del desolador espectáculo de sus piernas terriblemente deterioradas; eso no quiere decir que no merezca mi respeto y reconocimiento, no, ni mucho menos, solo quiero decir que jamás podría tener sexo con ella, sencillamente porque la motivación sería imposible. Claro, por su bien, no creo que esa mujer se dedique a explorar aventuras erótico-festivas, porque me parece que vive conforme con su realidad y circunstancia.
Por eso, la palabra amor, sexo y algunas otras, deben quedar fuera de mi mundo de intereses, ahora, anocheciendo ya.
La Fotografía: Acireale (Sicilia), acababan de despedirme por viejo, una ciudad (Taormina) y unas horas más atrás. No me sentía bien, pero entendía y asumía tristemente lo que me estaba pasando. Desde entonces, y hace ya dos años, no he levantado cabeza, no tanto por el hecho en sí de perder a una mujer con la que lo pasaba bien a veces, aunque no me conviniera (no me trataba bien), sino porque desde entonces no he parado de envejecer y desanimarme rápidamente cada día que pasa.