CENA RARA 2.3
“Lo había intentado a menudo cuando eran jóvenes, pero entonces eran demasiado jóvenes y estaban demasiado furiosos para comprender, y ahora eran demasiado mayores y estaban demasiado furiosos para comprender”. Philip Roth
Jueves, veintitrés de mayo de dos mil veinticuatro
Es la última parte de la cita la que me interesa traer a colación (no he eliminado la primera parte para mantener el ritmo y equilibrio del mensaje).
… La mesa del fondo, contigua a la nuestra estaba ocupada por un chico y dos chicas jóvenes (en la treintena), él desastrado, en pantalón corto; ellas guapísimas y estupendísimas. Desde mi posición los veía, estaban enfrente y claro, de vez en cuando miraba la belleza de las chicas. Daba la impresión de que también estaban en el mismo plan socializante que nosotros, a pesar de su juventud (luego supe que sí, nosotros éramos la mesa uno, y ellos la mesa dos, sin derecho a roce e intercambio, ni siquiera de palabras).
Se fueron unos minutos antes, y al salir, la más atractiva, me dirigió una mirada cargada de intención y complicidad. No supe porqué (podía ser casi su abuelo). El gesto fue tan solo una anécdota, pero si revelador para mí, en el sentido de que esa fugaz mirada de una mujer joven contenía una interesante declaración de principios de lo que deberían ser estas experiencias: una aventura excitante y real, y no una bobada descomprometida, superficial y tópica para conjurar tiempos muertos y aburrimiento existencial. O dicho de otro modo más contundente, una gilipollez que solo podía ser pasto de olvido.
No obstante, y siguiendo mi propio planteamiento vital, mejor haber ido que no. Mejor haber vivido la ambigua experiencia que haberme quedado en casa a lo de siempre.
Esta reflexión me remite a preguntarme si volveré a otra cena o daré por cancelado el propósito. Todavía no lo sé. Lo cierto es que conocí a tres personas que ahora recuerdo un tanto desdibujadas pero reales, y otra figura (el hombre sabio) que me agradó sobremanera porque se podía aprender escuchándole (tenía mucho que ofrecer).
Quizá vuelva una vez más, no sé… Aun sabiendo que aventura no habrá. Hay un gran riesgo de que todo resulte terriblemente previsible y convencional porque nadie está disponible para arriesgados ejercicios de comprensión; como dice Roth, porque estamos mayores y furiosos y no estamos dispuestos a cambiar ni un milímetro de nuestros prejuicios, tan acendradamente construidos.
Yo sí, yo estoy dispuesto a todo por no morir todavía; salvo transaccionar vivencialmente con gente aburrida y previsible.
La Fotografía: Foto que me hice, de bebé viejo, tal y como volví a mi casa, de noche ya, después de la experiencia. Todo magullado y aplastado por lo predecible.