DIARIO DE LA NADA 9.6
“Cierra los ojos y oye cantar la luz…”. Octavio Paz
Jueves, treinta de mayo de dos mil veinticuatro
… Desde luego, lo que no es mentira en absoluto, todo lo contrario, es la inmensa suerte de que la fe católica haya generado, inspirado y promovido un excelso arte arquitectónico, pictórico, escultórico, musical… a lo largo de siglos de historia. El género humano, todos nosotros, y especialmente los que vivimos en ciudades con monumentalidad religiosa debemos estar inmensamente agradecidos a esta religión por habernos elevado espiritualmente, independientemente de que profesemos la fe, mandamientos, ritos y creencias. Yo lo estoy.
La belleza y el arte es un privilegio en la vida humana y la religión católica es una fuente inagotable de expresiones artísticas que, indudablemente, mejoran y ennoblecen nuestro sentido estético y nuestro espíritu.
He visitado la catedral incontables veces a lo largo de mi vida. Hoy, me sentí encantado durante las casi dos horas que pasé dentro, yendo y viniendo de un lado para otro. No atendí a las palabras del oficiante (eran pura farfolla consabida, previsible y prescindible). Intenté adentrarme en la atmósfera que se respiraba en el templo, absolutamente maravilloso, y en lo que hacían las gentes, tanto los activos y vestidos para la ocasión, como los que no. Fotografiaba, luego mantenía una actividad propia del día de celebración… otra cosa es que estuviéramos reunidos en torno a una ficción literaria… pero eso carecía de importancia. Lo esencial residía en otra parte…
“No veis vosotros, los muertos, sobre el altar, el inmóvil montón de restos de Jesucristo putrefacto, y en otro momento, quién va a alzar la mirada buscando un ojo divino de la naturaleza. Ella os mira fijamente con una órbita vacía, negra e inmensa; ay, todos los seres se hallan en esta eterna tormenta por nadie gobernada como huérfanos acurrucados y hasta allí donde llega la sombra arrojada por el ser no hay padre alguno”. Alberto Santamaría (Un lugar sin límites), citando a Jean Paul Richter…
La Fotografía: La primera piedra de una Catedral se colocaba en el momento histórico exacto (ni antes ni después) y en este caso fue en 1226. Luego, siglos y siglos donde se van añadiendo elementos, partes constructivas y decoración con cientos de obras de arte. La catedral es un ente vivo porque no cesa de evolucionar. En la de Toledo, hasta quinientos años después de su inicio no se construyó el llamado transparente (en la fotografía, con los procesionarios colocados ordenadamente por familias de particulares rituales, esperando el momento de que los den la señal de salida para procesionar).
A lo largo de mucho tiempo y por mucha gente yo había oído que el transparente era una especie de sacrilegio arquitectónico porque rompía con el equilibrio estético gótico de influencia francesa que predominaba en la catedral, e incluso otros estilos que se han ido añadiendo a lo largo del tiempo. Es el caso del célebre transparente (barroco y churrigueresco), de Narciso Tomé; que, a mí, sin embargo, me parece maravilloso porque su concepción y fábrica está apoyado en la luz, divinidad por sí sola.