DIARIO DE VIAJE: al Norte.
“Hay fuegos que desde lejos dan calor y desde cerca frío”. Antonio Porchia
Cuarto día, miércoles, veinticuatro de abril de dos mil veinticuatro (5)
… En torno a las cuatro había llegado el momento de visitar la Universidad Pontificia de Comillas. Adquirí la entrada y junto a una señora algo mayor que yo, acompañada por su hijo (un tipo en la cuarentena, de aspecto siniestramente triste); una madre con dos hijas adolescentes y creo recordar que, además, un matrimonio de mediana edad, pero de esa pareja no me acuerdo bien. Debió ser porque no dijeron absolutamente nada en toda la visita (yo tampoco); y la guía, por supuesto, una mujer en la cincuentena, abrumadoramente vital y que hablaba de lo que íbamos viendo como si fuera cosa suya; con un entusiasmo apasionado sin sombra de duda. No hay nada como creerte lo que haces y dices diariamente para tener una energía inagotable. Esa mujer parecía inmune a la duda y a la mala salud.
El edificio principal se construyó en 1890 como seminario católico. Es un edificio neogótico-mudéjar modernista, diseñado por el arquitecto catalán Lluís Domènech i Montaner (creo recordar que la guía nos habló de otro colaborador, catalán también, cómo no, pero no me acuerdo del nombre).
La visita se iniciaba en la Puerta de las Virtudes, donde se representan alegóricamente las siete virtudes frente a los siete pecados capitales. Siempre lo mismo en el catolicismo: virtud contra pecado con mucha culpa de por medio (el “bien” que se constituye a partir del “mal”, y si no, pues nada). O eres bueno o eres malo; no cabe la aburrida neutralidad en la que yo me siento plenamente enmarcado. En estos sitios hasta dudo de mi existencia.
Ahora, la Universidad y el Seminario, sin actividad docente, es un enclave turístico y mantiene actividades sociales como centro de convenciones, eventos diversos y conciertos (es propiedad de la comunidad autónoma cántabra). He de decir que el mastodóntico edificio apenas me gustó por pretencioso y recargado; además de fundamentarse en un eclecticismo artificioso. Me pareció que el rechazo que sentía hacia el conjunto que representaba todo ese entramado radicaba en que había demasiados elementos referenciales y culturales con los que no sintonizo, a saber: aliento católico (intervino el papado de entonces); los jesuitas, inspiradores y alma mater del proyecto (no me caen bien los jesuitas, tan maniqueos siempre); el nuevo rico López y López, tan exagerado como todos los de su clase; arquitectos modernistas catalanes, que tampoco me agradan especialmente (casi ni siquiera Gaudí). En fin, nada de lo que percibí de la atmósfera que desprendía el ampuloso y pretencioso edificio resultaba grato a mi delicada mirada…
La Fotografía: Nada más entrar, purificados todos porque habíamos traspasado el dintel de las virtudes, dejando atrás nuestros pecados; se encontraba este vestíbulo de entrada, recargado, ambiguo y de dudoso buen gusto. Creo que definía bastante bien mis impresiones de lo que me pareció arquitectónicamente la Universidad de Comillas.