DIARIO DE VIAJE: al Norte.
«Hay una meta, pero no hay camino; lo que llamamos camino es vacilación». Franz Kafka
Cuarto día, miércoles, veinticuatro de abril de dos mil veinticuatro (y 6)
… En torno a las cinco salí de Comillas en dirección a San Vicente de la Barquera (11 km). Ni siquiera me enteré del recorrido, llegué enseguida.
Aparqué junto al puerto y me dispuse a dar un paseo bordeando el mar, que me salió casi largo. De pronto me di cuenta de que no sabía dónde iba ni para qué. Me di la vuelta.
Me senté en una terraza de un bar, frente al mar o una plaza, no lo recuerdo bien. Tomé un café y presté atención a dos hombres jóvenes que charlaban en una mesa contigua sobre trabajos y negocios. Uno de ellos intentaba ocultar al otro, que le tenía que recomendar para un trabajo de temporada, sus verdaderas intenciones, por más que su posible benefactor le preguntaba una y otra vez. Los argumentos del disimulador no eran convincentes y me dije, a un tipo así yo no le recomendaría nunca, no es de fiar, es mentiroso. Lo cierto es que la conversación empezó a aburrirme y desmonté el mecanismo de espionaje por escucha directa y me dediqué a no pensar en nada.
Decidí que lo mejor sería dormir en Potes. Busqué y reservé hotel en ese pueblo, de los que son turísticos y tienes que gestionar con mensajes y claves tecleadas en la puerta (un coñazo).
El itinerario previsto era pasando por un pueblo llamado Las Fraguas (51,5 km), donde hay una iglesia con forma de templo griego, una excepcionalidad digna de verse, y, por si fuera poco, el atractivo del lugar, cerca hay una residencia, el Palacio de los Hornillos, con esculturas de orantes en su interior y donde Amenábar rodó Los Otros. Todo eso era de interés máximo para mí. Al lado se encontraba Potes (8,7 km)
A las seis decidí ponerme en marcha (era una buena hora para hacer lo que tenía previsto).
Escribí el nombre del pueblo en el navegador, conduje por donde me indicaba y me dediqué a pensar en otra cosa o lo más seguro: oír alguna novela. Cuando llevaba una hora conduciendo empecé a sospechar que no iba bien porque la dirección este por la que me llevaba el dichoso navegador no era la dirección sur por la que debía ir. Me había alejado en dirección casi diametralmente opuesta por una autovía cuando debía ir por carreteras pequeñas. Pero claro, conducía absolutamente entontecido al ritmo del navegador que se mostraba muy seguro de sí mismo, maldita sea. Creo que hay un pueblo llamado Las Fraguas, pero es de la provincia de Soria. Algo más de una hora después modifiqué la dirección del navegador, pero esta vez indicando que fuera a Potes. Me olvidé de Las Fraguas y de paso me indigné conmigo mismo.
Llegué cansado a Potes casi a las nueve de la noche (había hecho más de 150 km innecesarios). Tan solo yo era el culpable, pero eso no fue óbice para mi monumental enfado por la distracción. Por si fuera poco, la dureza de las circunstancias de los últimos treinta o cuarenta kilómetros fueron la travesía de los Picos de Europa por una carretera sinuosa con constantes interrupciones por obras.
Tomé la habitación y salí a pasear por el pueblo, bellísimo, por cierto. Había muchísimos bares y restaurantes por lo que me costó elegir. Harto ya de confusiones opté por uno al azar. Cené un plato de cabrito, cerveza y postre. Volví al hotel a las diez y media. Mal final de tarde. En todos los viajes, sin excepción, tengo algún despiste que me obliga a hacer demasiados kilómetros de más, tontamente.
La Fotografía: Por la tarde, una vez que me alejé de Comillas, no fotografié; ni en San Vicente de la Barquera ni en la travesía por los Picos de Europa. Tampoco en Potes (no estaba de humor). Así que esta es la última foto del día, en Comillas.