CENA RARA 5.2
“…La impotencia es una carencia que implica la búsqueda de llenar ese vacío. Por eso las relaciones se vuelven bastante enfermizas: cuando uno busca a otro para llenar la ausencia de algo, generalmente eso provoca una relación no del todo honesta. Uno tiene al otro para quitarle algo, lo que le falta”. Nicolás Giacobone (El Confidencial, entrevista al autor argentino de Los impotentes, por Juan Soto Ivars, 4.07.2024)
La cita de ayer y hoy son continuación una de otra, primero la de ayer y después la de hoy.
Jueves, cuatro de julio de dos mil veinticuatro
… Tranquilizo mis arrebatos libidinosos y sigo con la crónica.
Y, finalmente llegó mi amigo, Míster V (ya llevamos cuatro cenas seguidas de las mías coincidiendo). Apreció mucho a Míster V, (denominarle Míster no es ocioso ya que es un hombre de temperamento muy inglés, todo lo contrario que yo, que soy muy manchego). Qué decir de él, nada en especial hoy porque ya he dicho bastante en crónicas anteriores.
Llegó el momento del manoseo de la carta, elegimos plato y creo que lo hicimos mal todos porque a ninguno nos gustó la cena. A mí, que pedí un arroz meloso de marisco me pareció una materia sospechosa apelmazada como engrudo con un langostino flácido tan viejo como yo encima.
Nada ocurrió que pueda recordar como significativo, salvo que Míster V, tuvo un gran éxito con las mujeres, siempre ocurre, y yo ninguno, y eso también sucede invariablemente. Pero no siento ningún resentimiento hacia él, todo lo contrario, porque la envidia no es uno de los atributos que afean mi manera de ser. Míster V, se apoya mucho en su pasión activa sobre mindfulness y que incorpora como tema de conversación a la mesa de las Cenas Raras, con mucho éxito porque eso, a las mujeres, por lo que sea, les interesa mucho (se ponen como locas e intercambian teléfonos con él para seguir con el asunto). Hasta puede que ligue y todo, pero eso no lo sé.
Cuando me toca a mí hablar de mi pasión (este diario), lo digo como de pasada, sin detenerme demasiado sobre el asunto ya que noto una evidente indiferencia (lo he hecho en todas las cenas, porque algo tengo que decir de lo que me ocupo), no le interesa a nadie y menos a las mujeres, que ni siquiera me miran cuando lo digo. Es como si dijera que me interesa la papiroflexia o reconstruir puzles. Me digo: -no te preocupes, pepe, es imposible que intereses a una mujer diciendo que escribes un diario- Las mujeres están a otras cosas…
La Fotografía: Antes de que nos sirvieran los platos, llegó Dios para presidir la Cena Rara, eso sí, un poco tarde, pero dado su rango superior, nada le reprochamos. Recreación alegórica de una Cena Rara. Entrega 2.