DIARIO DE VIAJE: al Norte.
“Esa del cementerio es para mí una visita obligada en todas las ciudades por las que paso”. Miguel Sánchez Ostiz
Sexto día, viernes, veintiséis de abril de dos mil veinticuatro (2)
… Mi caso no es el de Sánchez Ostiz; él en esta cita se refería a los de La Paz (Bolivia), y concretamente al de La Llamita, en los altos de esa increíble ciudad, que visité en 2019 y que me impresionó porque se trata de un cementerio popular, agreste, caótico y salvaje. Las tumbas y los muertos convivían con ovejas y merodeadores.
A mí me interesan los cementerios del siglo XIX, con reminiscencias románticas, tan apasionante en cualquiera de sus expresiones, por eso, lo primero que hice al llegar a Avilés fue ir al Cementerio de La Carriona, construido a finales de ese siglo. Lentamente paseé entre los monumentos funerarios mientras lloviznaba. Fotografié. Me interesaron los hipogeos y los conjuntos escultóricos sobre tumbas generalmente pertenecientes a personajes célebres y adinerados de la época, especialmente entre siglos XIX y XX.
Después bajé al centro de la ciudad y callejeé despaciosamente por el centro urbano que mantiene un conjunto histórico artístico (palacios, casas nobles, iglesias, plazas, parques). Ciudad sumamente interesante en la que tengo que lamentar, por no haberlo planificado previamente, no visitar el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, de indudable interés arquitectónico. Garrafal error por mi parte.
Comí un menú del día aceptable por 15 €.
Después me dirigí a Gijón, y, directamente, a la Universidad Laboral, ahora llamada La Laboral, reconvertida como ciudad de la Cultura. Enorme conjunto arquitectónico, impresionante en sus dimensiones, de estilo clasicista, pero, en la que finalmente predomina un eclecticismo frio, pesado y de espíritu burocrático propio del racionalismo cuadriculado de las dictaduras. Me provocó una sensación sofocante y opresiva. Paseé por la gran plaza y por el perímetro porticado. Era imposible sentir ninguna emoción allí. Por otro lado, no había espacios visitables, todos estaban dedicados a actividad docente. Abandoné la visita a las cuatro, diluviando, y sin saber qué hacer en Gijón… Mi interés por el viaje decaía imparablemente…
La Fotografía: “Un sepulcro de mármol blanco casi oculto por el níveo manto que solo deja al descubierto un escudo de armas y el arranque de una guirnalda de simbólicas flores que orlan el sarcófago, en cuya cabecera un ángel despide al que muere para la tierra y nace para la eternidad, es la obra de Folgueras ejecutada con admirable perfección por el Sr. Vega y Mier (…) El ángel anunciador de la muerte porta en su mano derecha una trompeta, mientras que alza la izquierda hacia el cielo. Las alas permanecen desplegadas, como si el vuelo nunca se hubiese detenido (…) El sarcófago se colocó sobre la tumba del Marqués de San Juan de Nieva (Don Javier de Maqua). Tanto el arca cineraria como la escultura se construyeron en colaboración con el Taller de Vega y Mier”. Carmen Bermejo Lorenzo (El norte del Edén).