LOS DÍAS 42
“La vida es algo complicado y difícil, imposible de describir, que consiste en ir haciendo”. Josep Pla
Miércoles, veinticuatro de julio de dos mil veinticuatro
Son las nueve de la mañana y acabo de tumbarme en mi cheslón de patio a escribir y a desconcentrarme deambulando por fantásticas y algo tontas ocurrencias. Fuera, en algún árbol, grazna una urraca, chirriante y amenazadora, inquietante siempre. Pájaro blanquinegro de gran inteligencia y belleza. En las inmediaciones de mi casa las veo con frecuencia, casi siempre solas e intrépidas, a pesar de que, cuando lo necesitan, se convierten en gregarias. Al parecer, según dice la Wikipedia: -con una enseñanza adecuada, desde pequeñas, pueden imitar la voz humana. Como otros córvidos, pueden diferenciar individualmente a personas conocidas-. Lo que me hace pensar que las de mi calle me conocen.
Mi Charlie, a mi lado, se ocupa de lamer sus patas dañadas.
Hoy, me he despertado a las cinco de la madrugada, noche total, todavía. Me he levantado y después de no hacer nada, solo subir y bajar de una planta a otra sin propósito, he decidido salir a caminar, con las primeras luces.
En la senda del río ya había algunos corredores de fondo apresurados. Seguro que después de madrugar y correr deprisa encaran el día con presencia de ánimo y logran hacer cosas importantes o al menos útiles, y no como yo que no suelo hacer nada, salvo hacer quiebros de cintura a la depresión.
Ayer, nadie me llamó, luego no hablé en todo el día. Hoy tampoco lo haré (más tarde resultó que sí, que me llamaron mis dos amigos y hablé casi dos horas, primero con uno y luego con el otro). Bueno, me refiero a seres humanos porque conmigo mismo y con Mi Charlie siempre hablo. Para quien no esté informado, los perros te entienden y te hablan, solo que de otro modo (*)
En el paseo de andar despacio, Mi Charlie, avanza más lento que yo, se queda rezagado veinte o treinta metros todo el recorrido. Debemos componer una pareja de viejos peculiar, exasperantemente lentos. Nos da igual.
Hoy el día se me hará largo, seguramente (o no).
He pensado en subir una tumbona a la cubierta plana de mi casa y tumbarme en ella los atardeceres, sin pensar en nada, a mirar cómo se oscurece el cielo hasta que pueda divisar las estrellas. No sé si lo conseguiré, si no todos los días, al menos dos o tres a la semana.
A lo largo del paseo he escuchado la prodigiosa prosa de Josep Pla. Hacía mucho tiempo que no leía (oía) una prosa tan maravillosamente matizada, con una capacidad de adjetivación siempre medida, rica, compleja e inspiradora. Con tan solo veintiún años, Pla contaba ya, con un prodigioso manejo del idioma y recursos literarios que utilizaba con gran elegancia y sencillez, además de un increíble talento para fabular a partir de hechos sencillos, cotidianos, familiares. De cualquier nimia circunstancia creaba un breve tratado, sugestivo y certero de la naturaleza y comportamiento humano. Sospecho que en esa perfección de la obra en español (escrita originalmente en catalán), tiene mucho que ver Dionisio Ridruejo, el más perfecto traductor que pudo tener alguien con el talento de Pla); o, dicho de otro modo: la combinación de Pla y Ridruejo, crean una obra literaria, o mejor dicho metaliteraria en español, insuperable.
Nunca había conseguido aproximarme de un modo tan amigable y placentero a la cultura catalana, tan desconocida para mí. Y me quedan muchas horas de escucha ¡qué maravilla!
Seguiré escribiendo, de vez en cuando, sobre el gozo en la escucha de Pla.
* He oído, en una de las entradas de Pla, la narración de una emotiva y dramática separación de un perro y su dueño: iban caminando ambos juntos por un camino; pero el dueño se había cansado de su perro e iba pensando en deshacerse de él, y, al mismo tiempo, reflexionaba en voz alta si conservarlo o echarlo, así como, en caso de prescindir de él, cómo lo haría: abandonándolo y tirándole piedras para alejarle…Y así llegaron a una encrucijada de caminos y entonces, el perro, silenciosa y lentamente giró a la izquierda y se alejó del que había sido su dueño sin mirar atrás. No volvieron a encontrarse nunca.
La Fotografía: Un perro, abandonado. Es uno de los espectáculos más tristes que se puede presenciar en una ciudad.