LOS DÍAS 43
“…si eres lo que se llama un hombre considerado acabarás como un hombre de mediana edad y luego un hombre viejo en un desván”. Kjell Askildsen, (Oslo, fallecimiento: 23 de septiembre de 2021, a los 92 años).
Jueves, veinticinco de julio de dos mil veinticuatro
Hasta el otro día no me enteré de que había muerto el viejo Kjell, hace tres años y yo sin enterarme. Ni que decir tiene que admiraba a Askildsen. He gozado de su literatura durante años. Últimamente me limitaba a ver novedades editoriales buscándole y ya no me lo encontraba, me decía, estará cansado y trabajará despacio. Menuda lumbrera soy como documentalista de actualidad cultural. Me lo he pasado estupendamente con este autor, frío, pero apasionado, penetrante, sarcástico y corrosivo hasta la intoxicación. Fustigador inclemente de la sociedad del bienestar occidental; no contemporizaba con nada que supusiera corrección y frialdad social y existencial. Ya no podré seguir atento a sus publicaciones, sencillamente porque no existirán. Ha muerto y yo no le encendí una vela a tiempo en este diario. No tengo excusa.
Ayer no pasó nada en especial, salvo que el calor fue inaguantable y me pasé el día refugiándome de rincón en rincón de mi casa, hasta que este tomaba temperatura (seguramente por mi aburrida presencia) y buscaba otro.
Bueno, sí, ahora que recuerdo, sucedió algo que no ocurre nunca y fue lo siguiente: sorpresivamente, a mi perfil de la página de contactos entraron dos mujeres, ambas de Madrid, que me dieron un Ok, o como quiera llamarse esa respuesta positiva en ese contexto, algo así como que les gustaba o interesaba. Como no estaban mal, o, mejor dicho, estaban bastante bien para su edad (60 años), me apresuré a escribirles un mensaje “conciliador” no hay que olvidar dos cosas: una, a las mujeres las considero mis enemigas íntimas; y dos, pronto hará un año que no toco a una mujer, y antes, otro año y así sucesivamente hasta tres periodos de abstinencia seguidos. Menuda mierda. Contestaron a mis solícitos, cortejantes y casi incondicionales mensajes, aparentemente entregadas a la prometedora posibilidad de que nos relacionáramos (ya veríamos en que plano). A lo largo de la tarde los mensajes se fueron enfriando (apenas hubo). Ellas enseñaron su patita fea y sucia pronto, mostrándose insensibles e inelegantes. Ambas empezaron a parecerme perfiles falsos y estúpidos, mujeres corrosivas que aparentemente solo pretendían burlarse de hombres considerados y respetuosos como yo. Estos hechos que suceden en mi vida y que tienen a la mujer como protagonista absoluta de las malas maneras, nada cordiales, tan solo van creando en mí un rechazo hacia ellas más y más enconado. Al final de la noche, poco antes de acostarme, había bloqueado a las dos.
No me agrada la percepción sumamente desagradable y aversiva que voy creándome sobre las mujeres que tiene visos de convertirse en irreparable. Resulta inevitable en este momento de incesantes derrotas y ninguna victoria. Antes no fue así.
Alguien podría decirme que mi generalización es inadmisible y si, tal vez, pero también es cierto que en las mujeres suelen darse unas constantes de carácter universal en cuanto a la gestión emocional, sentimental y sexual, que suelen repetirse una y otra vez, homogéneos y previsibles. Tal vez sea por influencia cultural o designios genéticos. Con los hombres es lo mismo, pero de características diferentes. Y no, no es mejor una que otra, son diferentes, pero a mí me afectan las suyas, las de las mujeres, luego de ello hablo.
Los lugares comunes de sus almas me exasperan e irritan y, de verdad, prefiero que se mantengan lejos, a no ser que cambien (radicalmente improbable), o al menos que lo haga una y me sea presentada por el azar con las mejores recomendaciones posibles y con un historial de buen comportamiento contrastado.
La Fotografía: La vanidosa gallina de Bujalcayado (Guadalajara). No sé porque está hoy aquí, en el diario. Ayer fue un perro, y hoy, una presuntuosa gallina (hasta las uñas se había pintado). Quizá es que mi subconsciente está barruntando el inicio de un metafórico bestiario, pero no lo sé. En Bujalcayado estuve en Octubre de 2022 y solo vi a esta gallina. Oficialmente, el pueblo cuenta con 6 habitantes (Wikipedia), pero yo no vi a ninguno. Solo la vi a ella, que, insisto, no sé porque está hoy aquí, en el diario. Por algo será, digo yo; o es que mi cabeza camina vertiginosamente hacia el trastorno (posibilidad indeseable); o al surrealismo (opción más que deseable, necesaria); o a la representación metafórica, lugar ya ocupado por este incierto diario.