LOS MICROVIAJES
A Huesca y Navarra: día 3.2
Martes, veinticuatro de septiembre de dos mil veinticuatro
… Aunque mis microviajes no los hago acuciado por la prisa, tampoco suelo demorarme en ninguna localización y procuro cumplir con la hoja de ruta que he establecido de antemano.
El siguiente punto a visitar era el Monasterio de San Pedro de Siresa (46 Km), románico s IX.
Se trata de una construcción de grandes dimensiones, de planta cruciforme de cruz latina y ábside semicircular. Entré en la iglesia en torno a las once, junto a cuatro o cinco turistas más (una pareja con guía de compañía). El templo era de gran belleza por fuera y por dentro. Visita de interés, indudablemente.
Previamente había descartado acercarme a Canfranc para ver la singular estación de tren, porque me suponía alejarme del itinerario lógico.
A continuación, me dirigí al monasterio de San Salvador de Leyre (73 Km). Sin casi darme cuenta había cruzado una frontera. Al otro lado viven gentes de características culturales e ideológicas diferentes (según ellos), con un punto de hostilidad hacia nosotros, los de este lado. Es cosa suya, porque por nuestra parte, que yo sepa, no sentimos nada especial hacia ellos, y menos enemistad. Según tengo entendido y dicen, se trata de algo así como un pertinaz sufrimiento por la colonización cultural por nuestra parte (los españoles) que les impide realizarse con libertad y personalidad propia en el mundo (por mí, como si quieren reivindicar su herencia genética neardental).
Del monasterio que es de lo que va la entrada de hoy, por ser el acontecimiento artístico del día, ya se tuvieron noticias en el siglo IX, lo que supone que sus orígenes arquitectónicos son anteriores. Románico y adscrito a la observancia de Cluny en 1030. Me impresionaron los arcos de fuertes columnas y enormes capiteles, así como los tres ábsides que configuraban la cripta. Parece una construcción ciclópea que se mantiene en un estado de conservación admirable.
Se daba la curiosa circunstancia de que, para entrar tanto en la cripta como en la iglesia, en la recepción de visitantes facilitaban una llave con la que abrías las puertas para entrar y volver a cerrar cuando estabas dentro y hacer lo mismo al salir. Esos sencillos gestos de autosuficiencia hicieron que me sintiera el amo del castillo. Me puso contento la experiencia porque era como si confiaran en mí, o me cedieran la impresionante propiedad para mi uso y disfrute durante un tiempo. Desgraciadamente, tuve que devolver la llave a la salida. Pude haberme escapado con ella y volver en otro momento, pero supuse que me habían apuntado, aunque no lo recordara.
Era hora de comer y pensé en hacerlo en Javier, a solo 10 Km…
La Fotografía: San Virila (abad de Leyre en el siglo X), al fondo del túnel, detrás de una reja que no permitía el acercamiento. Fue un monje atormentado por las dudas sobre la vida eterna en el Cielo. Existe una leyenda, en la cual, después de oír a un ruiseñor cayó en un trance dulce, (se durmió) sin sueños y lo estuvo trescientos años. De esta manera, al parecer, fue como Dios, le hizo ver el misterio de la eternidad. Qué poéticos y sugestivos resultan los cuentos que tienen que ver con los milagros y las parábolas religiosas. Como yo tampoco me creo lo de la vida eterna, Dios podría ayudarme también con otro sueño, pero milenario, y así conseguir desprenderme de mi prosaica y aburrida incredulidad. No creo que lo haga, antes tendría que hacerme abad o santo como Virila, o algo parecido.