LOS MICROVIAJES
A Huesca y Navarra: día 4.1
Miércoles, veinticinco de septiembre de dos mil veinticuatro
Cuarto día de viaje. Me levanté a las ocho en el hostal de la gasolinera. No desayuné con los camioneros. Me fui al pueblo. Aparqué y tomé un paseo a lo largo del rio Gea. Justo en la orilla entré en un bar desde donde se veía pasar el rio. Estaba concurrido. Tomé una tostada con aceite y un café con leche.
Continué avanzando por el paseo, crucé el bonito puente de la Cárcel, de un solo ojo y fuertes pendientes hacia cada una de las orillas desde el centro.
Inmediatamente llegué al Palacio de los Reyes de Navarra (arquitectura civil gótica), que iba buscando. Alberga la colección de arte del Museo Gustavo de Maeztu, como muestra estable, y una exposición de Javier Ciga: Figuración y esencia. Ambos contemporáneos (finales del XIX, mediados del XX). En arte fueron hijos de la época, ambos partieron del romanticismo, pasaron por el impresionismo para consolidarse como costumbristas, raíces que se sitúan un poco antes, a principios del XIX, con Goya como máximo exponente. Ambos, llegaron a vislumbrar el expresionismo, pero, desde mi punto de vista, fueron aproximaciones tímidas, balbucientes, sin llegar ni mucho menos a la fuerza de José Gutiérrez Solana, también contemporáneo de ellos, pero en Madrid.
Después me acerqué a la oficina de información turística, pero como la mujer que me informaba lo hacía exhaustivamente (como si quisiera convencerme de algo) y además no me gustaba no me enteré de casi nada, solo quería irme.
Visité San Pedro de la Rua, al final de una interminable escalinata, que contaba con un pórtico del siglo XIII.
Y atención, la culminación de mi experiencia religiosa en Estella no estuvo en museos y templos; sino, en el Museo del Carlismo, que visité, por supuesto. Ubicado en un edificio palaciego de comienzos del siglo XVII, en la calle La Rúa.
Dios Patria Rey, es su lema (encoge el alma de los descreídos y ensancha la de los destinados a las creencias). Religiones e ideologías, vienen a ser lo mismo. Todas ciegan la razón. No podía perderme un sacrosanto templo como ese.
La cosa no empezó bien porque lo primero que me dijeron es que tenía absolutamente prohibido fotografiar. Vale, le dije a la taquillera (ahora no recuerdo si tuve que pagar).
No, ahora no voy a entrar en todos los avatares de la historia del carlismo, plagado de guerras y agrias disputas, porque tendría que empezar por documentarme y no me apetece.
Para centrar sus circunstancias, sí diré que su historia lo es de perdedores. Ni siquiera, nunca, atisbaron la posibilidad de victoria. Ganaron los Borbones liberales y perdieron ellos (los otros borbones, con minúscula), que de liberales nada, todo lo contrario.
Como era previsible, el Museo era una especie de recorrido “hagiográfico” exaltante sobre las virtudes espirituales de la secta. Los aspirantes regios carlistas han seguido manteniendo su particular dinastía alternativa, a lo largo de casi dos siglos hasta ahora, que recae en Carlos Javier de Borbón-Parma; y después lo será en su hijo Carlos Enrique (2016); y así ad infinitum.
Pero bueno, bromas aparte, me aburrí mucho contemplando un desarrollo cronológico de heroicidades montaraces, beligerantes cuando tuvieron ocasión e irracionales siempre.
Fui incapaz de responderme a las contradicciones que plantea ese movimiento, como, por ejemplo, su exaltación nacionalista navarra, con el euskera como lengua predominante por doquier en la muestra; o cuando exaltan a la patria española, a Dios y a la monarquía, mientras que políticamente han participado en confluencias de partidos defensores de la república y la independencia del país vasco, por ejemplo. Ya en la era democrática. O yo no entendía nada o ellos tendrían que plantearse seriamente autodisolverse por insoportables contradicciones.
De cualquier modo, me mantuve sereno y no me dejé atormentar por lo que hacían esas gentes, sobre todo porque me importaban una higa. Me largué de Estella diciéndome, ten cuidado, andas por tierras donde habitan gentes de alma y vocación peligrosa, obcecada e irracional (*) …
La Fotografía: Una de las salas del Museo de Gustavo Maeztu, son algunas de sus obras. Al fondo una de las más significativas y relevantes: Los novios de Vozmediano (1915) díptico que representa a una pareja de novios que se repiten inversamente en su colocación en un juego conceptual que podría simbolizar la igualdad o importancia de ambos gracias al engañoso efecto del amor. La propuesta resulta un tanto ingenua, sentimental y popular. Está considerada como una de las importantes de este pintor, que no llegó nunca a descollar en su época histórica, a pesar de su apellido ilustre y de haberse formado en París. Me llamó la atención de este artista (y del otro, el secundario), la solidez y espesa carnalidad de sus personajes en escenarios cotidianos, siempre bordeando el drama existencial, pero nunca alcanzándolo. Claro, porque entonces, en vez de costumbristas habrían sido expresionistas y a mí me habrían gustado más.
(*) En una ocasión, hace más de veinte años, en un pueblo del entorno, a Naty y a mí nos persiguieron unos descerebrados detrás del coche, increpándonos porque nuestro coche tenía matrícula de provincia española.