ADENTRÁNDOME EN LAS TINIEBLAS 37.2
“El misterio es el elemento clave en toda obra de arte”. Luis Buñuel
Domingo, uno de diciembre de dos mil veinticuatro
… He visitado ese campo olvidado incontables veces, que, por no tener, ni nombre tiene. Mejor así. Desvirtuaría su fracasado destino. Lo malogrado, mejor anónimo.
Hace años, para gozo de Mi Charlie, había conejos, ahora ni siquiera, o ya no los vemos, ni él ni yo. También ellos han huido a mejores tierras donde crezcan sustanciosas y jugosas hierbas.
Ese no ver nunca a nadie, tan inspirador, me alentaba a fotografiar.
Lo hice, durante muchos años con mi vieja Mamiya RB67, cuando mi vida era analógica y se aferraba con uñas y dientes a lo que yo imaginaba como arte, en el que seguía creyendo por costumbre y porque no se me ocurría nada más qué hacer. Luego, cuando sentí que mi vida había iniciado un irreversible declive, un decaimiento lánguido e inexorable, guardé mi tesoro analógico, pecio preciado y precioso de mi naufragio, en una vitrina acristalada a la que no miro nunca por vergüenza, o indiferencia, para no enfrentarme al pasado y la memoria, muerta ya.
Ahora conjugo el verbo creativo (lo que ahora está y antes no) con una GFX100, pero ya no es lo mismo, aunque estoy aprendiendo a amarla, también…
La Fotografía: En ese lugar, siempre fotografié tranquilo, salvo cuando me aproximaba peligrosamente a la zona de construcciones ruinosas, hasta hace poco habitadas por una furibunda mujer y otra que sabía de su existencia, pero que nunca llegué a ver.
El misterio, en la profunda y enfermiza soledad, caía a plomo sobre el fondo del remotísimo océano Tethys, cuando el homo erectus todavía no existía, aunque sí los Dinosaurios, como yo.
Cuando desplegaba mis automáticas performances instintivas que me hacían feliz, añadía enigmas y secretos ininteligibles, sobre todo para mí.