DIARIO DE LAS FORMAS tres
“El artificio y lo absurdo es el signo de lo humano”. Fernando Pessoa
Domingo, dos de marzo de dos mil veinticinco
Ayer fue un día horrible: perdí un buen texto para una entrada de diario, que sustituí, pero esforzándome mucho, por la tarde.
Por la mañana llovió. En una tregua salí a caminar con Mi Charlie.
En un pinar, al lado de una carretera y cerca de un Centro Comercial, me encontré con un chico joven y guapo, aunque extraño y con los dientes estropeados, en torno a veinticinco años, que intentaba atrapar a un perro abandonado, un bodeguero blanquinegro, pero que no había forma. A pesar de que le daba golosinas, el perro, cuando intentaba acercarse huía con el rabo pegado a la tripa. El chico, tan solo intentaba ayudarlo de algún modo, pero este no se fiaba. Me dijo que llevaba tres días intentándolo. Hasta una red había comprado que había colgado de una oliva, con la peregrina idea de que el perro se metiera debajo de la red, entonces él tiraría y el perro quedaría atrapado, como si el olivar fuera la selva y el perro un tigre. El chico, a estas alturas del espectáculo empezó a parecerme algo trastornado, hasta se tumbaba en el suelo mojado para dar confianza al perro. Sin resultado. Me fui, empezaba a llover de nuevo.
Muchos estamos algo alterados y nos da por hacer cosas inverosímiles, maniáticas, quizá porque nos duela el vacío, supongo. O tal vez la soledad, o la impotencia o yo qué sé. Hay gente que hasta se disfraza, lo digo por lo del carnaval de ese fin de semana.
Yo mismo, un campeón en estas locuras existenciales, por la tarde, me dediqué a reconstruir con sufrimiento una entrada de este diario que no interesará a nadie.
A las seis y media, harto de pelear contra mi mala suerte y dar puñetazos al aire, cerré la torre de mi abandono y me dispuse a ver un partido del Madrid, confiando en que me entretuviera y así alejarme un rato de las impotentes tristezas; ganando, naturalmente. Pero, qué va, el equipo jugó a perder, y lo consiguió fácilmente. Perder es siempre una apuesta segura. Antes de que terminara el partido decidí apagar porque lo que veía era peor que mi propia vida ¡pura impotencia!
Decidí ver una película: El instante más oscuro (2017) de Joe Wright, correcta, bien ambientada, con un Gary Oldman grande, muy grande. Se escenifica el momento decisivo en el que Winston Churchill, en 1940, a la sazón primer ministro británico, decide no negociar nada con Hitler y luchar hasta la victoria a costa de los máximos sacrificios y hasta la propia vida de cada uno de los británicos, como único camino para preservar valores y la dignidad de su país y de la propia Europa. La película es de la máxima actualidad en este momento porque estamos en las mismas, viviendo instantes muy oscuros y decisivos. Mañana intentaré escribir algo al respecto.
Hoy me he levantado cuando aún faltaban tres horas para que apareciera la luz del día. Es mi forma de sentir un malestar crónico, todavía lejos de cazar perros como si fueran tigres.
Ahora, entre dos luces del amanecer, la lluvia golpea en los cristales del ventanal de mi torre de resistencia a ultranza (la llamaré Ucrania).
Estoy razonablemente tranquilo.
La Fotografía: En compañía de uno de mis alter ego, que de vez en cuando saco para hacerlos intervenir, especialmente en viajes y ocasiones especiales. No obstante, para más información sobre esta fotografía hay que remitirse a la cita introductoria, o mejor, leer a Fernando Pessoa.