LOS DÍAS 16
“La soledad le abrió los ojos: al pensar, al sentir, al sentirse (…) Dejó de masturbarse: se le había interpuesto la nostalgia”. Peter Handke (El peso del mundo)
Domingo, veintisiete de abril de dos mil veinticinco
Anoche vino mi amigo Ángel a ver el partido de fútbol, que era una final, luego un forcejeo trascendente, dramático; el equipo que gana culmina un esfuerzo continuado y largo con éxito (estruendosa alegría); el que pierde hace el mismo camino para no obtener nada (afligida tristeza). Nuestro equipo perdió, como temíamos, pero no lloramos y apenas si nos entristecimos. A estas alturas estamos curtidos en mil derrotas.
Mi otro amigo hermano me pregunta con frecuencia, sumamente intrigado, cómo paso todas las horas del día, de la mañana a la noche, en silencio. Solo en mi atalaya, o andando por los caminos solitarios, pero rodeado de plantas silvestres, de conejos, pájaros sobrevolándome e insectos, como hoy domingo, que he caminado por caminos casi ocultos por una vegetación florida y colorida (rabanillos amarillos, amapolas, margaritas, moradas florecitas de plantas espinosas, flanqueado por olivos y frutales, pequeños y frondosos y exuberantes cardos borriqueros (por mi campo son los reyes de la primavera).
Le contesto que como puedo, solo eso.
Salvo la cita de Handke, desdoblada en dos, pero que viene a ser la misma porque dice una verdad, que también es la mía, hoy no tengo nada más que decir, nada en absoluto. Llevo todo el día sin hablarme. Me tengo muy harto.
La Fotografía: Un campo habitual de mis paseos. La foto es de 2022 porque ese día llevaba la cámara y hasta un trípode también. Recuerdo que mi estado de ánimo era infinitamente más animoso que el de hoy, que no llevaba el equipo ni tampoco las ganas, pero el campo era exactamente el mismo. La foto tiene tres años y ya soy otro (peor, tres veces empeorado). Las amapolas sí son iguales, ellas nacen todos los años como otras, aunque son las mismas por infalibles.