LAS SOLEMNIDADES XXVIII
«Los ríos no beben su propia agua; los árboles no comen sus propios frutos. El sol no brilla para sí mismo y las flores no difunden su fragancia para sí mismas. Vivir para los demás es una regla de la naturaleza». Jorge Bergoglio. Papa Francisco
Sábado, veintiséis de abril de dos mil veinticinco
Hoy enterraron al Papa Francisco, con gran pompa y circunstancia. Primero lo homenajearon cientos de miles de personas y cientos de altos dirigentes mundiales. Dentro de no mucho tiempo lo canonizarán o santificarán o yo qué sé. Todo me parece bien. Yo no sé de esos negocios humanos, pero algo me dice que están bien.
Me llama la atención algo que parece un designio divino, si es que Dios existe, que no lo creo, y es que Francisco muriera el día siguiente de la celebración de la resurrección de Jesucristo, en la que creía con entusiasmo, sin sombra de duda, según afirmaba convincentemente.
Francisco o Bergoglio (da lo mismo), ambos son uno y dos al mismo tiempo, aunque fueran distintos o representaran en su vida papeles diferentes, dijo, en 2013, meses después de ser elegido Papa: “Incluso los ateos irán al cielo”, cargado de razón que parece una sinrazón.
Claro, por qué no. A mí, por ejemplo, que soy ateo, pero una excelente persona; por qué habría que cerrarme la puerta de ese privilegio, en caso de que existiera. No, no sería justo, además de que unos de los fundamentos cristiano es el perdón, pues que se me perdone no haber creído, y ya está, porque lo mío, en cuanto a pecado solo parece venial, probablemente solo una consecuencia de una inocente desorientación intelectual.
Me parece que estas reflexiones por mi parte son algo simples, pero con ellas solo quiero poner en evidencia la enorme y permanente contradicción que suponen las creencias religiosas y que, en consecuencia, suponen que el entramado en torno a la fe solo son representaciones mundanas, puro teatro metafísico. Ya, pero conveniente y hasta necesario para establecer equilibrios anímicos y espirituales en los seres humanos que desenfoquen clarividencias que podrían arrojarnos a todos al precipicio, al no soportar el vacío de la vida y el terror a la muerte.
Por eso, dentro de unos días, llegará otro Papa y la representación continuará y que no acabe nunca. Bergoglio dijo que no quería ser Papa, pero Benedicto XVI le anunció que lo sería antes de que él mismo renunciara, al menos ese era su plan que cuenta en una buena película Fernando Meirelles (Los dos papas). A pesar de su deseo de no ser, aceptó serlo. Razones hubo y sobradas para que lo hiciera. Las cosas fueron como estaban previstas y así estuvo bien.
Mi lega opinión, sin entrar en otros matices, es que el Papa Francisco ha sido justo el que correspondía en el momento en que fue elegido. La iglesia, que va y viene en tendencias, pero sin cambar nada, sencillamente porque no debe, necesitaba aire nuevo (menos clerical) y nadie mejor que un jesuita y franciscano para aportar una pátina de populismo y disimulo. En esos momentos solo podía ser él, y lo fue. Algo hubo de inspiración que yo no alcanzo a entender…
La Fotografía: ¡Viva Benedicto XVI que liberó a Jorge Bergoglio de serlo convirtiéndolo en Franciscum Papam, lo que ha propiciado el enorme espectáculo mundial de hoy!