Diario de mi Felicidad 2 y 2
“Las reglas para la felicidad: algo que hacer, algo que amar, algo que esperar”. Immanuel Kant
Miércoles, once de junio de dos mil veinticinco
… Llegaron en torno a las diez. Abrazos y besos y alegría. Emoción.
Viajamos de vuelta a Toledo. Juntos. Yo hacía tan solo unas horas que había salido de nuestra ciudad; ellos, un año.
Me pregunto sí estamos satisfechos y contentos de haber nacido en la misma ciudad, mi hijo y yo. Creo que sí, que no cambiaríamos esta por ninguna otra (o, sí). Sin embargo, ambos, nos sentimos bien con nuestra cultura de origen española.
En cuanto a Jackie y Lucía, ambas han nacido en Chicago, y les pasa lo mismo. Ayer, mientras comíamos hablamos de eso y ambas así lo afirmaron, y además sienten una gran predilección por la suya, Chicago. Para los cuatro, nuestras respectivas ciudades no han sido un problema ni han impedido nada en el desarrollo de nuestras vidas, todo lo contrario, diría (a mí me habría ido aproximadamente igual en cualquiera).
Los dejé en casa de Carmen, la madre de Gabriel. Volví a mi casa, no sin antes recoger a Naty y a Su Charlie, porque pasaríamos el día instalando el nuevo ordenador en mi casa. Hacerlo supone un ingente trabajo de varias horas: adecuar programas en el nuevo entorno de Windows 11, claves, funcionamientos y un largo etcétera para lo que me siento incompetente, (informáticamente no tardo en atascarme, pero sin culpabilidad porque creo que hay espíritus merodeando en mi cabeza con el único objetivo de entorpecerme en esas tareas). Todo salió razonablemente bien, aunque la operación no está finalizada.
Ayer, martes, comimos juntos en un restaurante cercano y esta noche cenaremos: Gabriel, Jackie, Lucía y yo.
La felicidad en el contexto familiar se da en el tiempo compartido donde nos reconocemos y sentimos el placer de estar juntos. Y, claro, en nuestro caso y teniendo en cuenta que son momentos extraordinarios, ya que hay largos intervalos en los que no nos vemos, no tenemos margen para el cansancio (no nos da tiempo), la experiencia se concentra y durante el tiempo compartido en el que todo está bien, nada está mal.
Desconocemos cómo sería nuestra relación familiar si fuera frecuente, sin la sensación de tiempo finito acuciando.
Este año, echo de menos a Emma, nuestra pequeña actriz y cantante.
Seguiremos viéndonos unos cuantos días más. El próximo diecinueve, haremos el camino de vuelta al aeropuerto y la despedida será triste, con el recuerdo del tiempo que habremos pasado juntos.
El año que viene, probablemente, yo estaré más debilitado, aunque todo dependerá de cómo me vaya a lo largo del año. Veremos.
Estoy de acuerdo con Kant y la felicidad, salvo alguna objeción que pondría a lo de esperar, aunque eso es solo cosa mía porque nada de lo que yo pueda esperar me llegaría, a no ser logros muy facilitos, que ni siquiera haga falta anhelarlos porque vengan solos, sin ni siquiera desearlos. O, difíciles, pero que la responsabilidad sea de otros, como, por ejemplo, que mis nietas concluyan brillantes carreras. Como lo conseguirán, sin lugar a duda, pues nada felicidad sin reservas.
En cuanto a las demás premisas, resueltas: tengo muchas cosas qué hacer y lo de amar a personas, más allá de los que estamos en esta foto, no hace falta, aunque tengo algunos e imprescindibles amigos. Así que, todo está bien en este sentido. Por si fuera poco, tengo a Mi Charlie.
La Fotografía: Todavía he hecho fotos de esta visita (creo que las haremos el sábado). Mientras, una del año pasado después de la comida anual que celebramos en mi casa, a la que también asiste Naty.