Diario de CLAUSURA 5.1
«Un poeta dijo: Esa música amada
que nunca puede ser oída.
y yo pienso que la vida elegida
es la vida que nunca puede ser vivida».
Constantinos Cavafis
Martes, dieciséis de diciembre de dos mil veinticinco
La noche del lunes al martes fue una pesadilla: dormí espantosamente mal: a las cuatro estaba despierto, y a las dos y a cualquier hora de la noche, en temibles y estúpidos intervalos de vigilia.
Los monjes y monjas de clausura se levantan tempranísimo, casi tanto como yo, y enseguida rezan devotamente una y otra vez, y claro eso les motiva mucho. A lo largo del día lo repiten más veces, según tienen ordenado, pero eso no quita para que lo hagan ellos solos, a su aire y por pasión y sentido para sus vidas, supongo.
Yo, también clausurado, como no tengo el consuelo de Dios cerca (soy agnóstico desde hace dos meses), me levanto sin ganas de nada, y menos de escribir una entrada de diario.
¿Me preocupaba algo anoche? Nada especialmente, salvo todo lo demás.
Aproveché el insomnio para terminar la novela de Ana Merino: El camino que no elegimos, sobre amores fou y amores cansados y amores equivocados. La novela (he leído varias de esta autora, de las que ya no me acuerdo), tiene pasajes molestos, cuando uno de sus personajes (una mujer abandonada por su marido), moraliza sobre lo que hacen o no hacen los demás; o a sentir lástima por sí misma. Volvemos al recurrente dramatismo de las vidas malogradas por algo, generalmente porque lo soñado o imaginado no se corresponde con la realidad de sus vidas. Aspecto ingrato que a veces nos sucede a todos los seres vivos. A mí, desde luego que sí, sufro porque no alcanzo a la vida que desearía, a pesar de que la sienta como posible.
Vuelvo a Ana Merino, que me cae estupendamente, aunque su literatura, voluntariosa y virtuosa, no termine de arrebatarme. Por otro lado, leo a Ana, por puro contagio: era o es la novia de mi escritor favorito: Manuel Vilas. Saga de escritores todos ellos: José María Merino, su padre, intenso y complejo escritor; Manuel Vilas, y ella misma…
La Fotografía: En mi ciudad, en el mismo edificio del convento de clausura de las concepcionistas, existe un museo llamado Cromática, que guarda y exhibe instrumentos musicales, bellos de por sí, sobre los que se han realizado sugestivas e interesantes obras pictóricas. Un gozoso espectáculo y superior experiencia fue la visita a ese museo. Al lado mismo de la clausura habitada.