Esa tarde no hubo ningún dorado atardecer, sino un húmedo, brumoso y melancólico ocaso… “La melancolía es una forma de poesía”. Wallace Stevens
LA CIUDAD MELANCÓLICA XII (o donde habitan los dioses de la paz eterna). Avanzamos hacia el puerto cuando la noche estaba cayendo vertiginosamente. Esa tarde no hubo ningún dorado atardecer, sino un húmedo y brumoso ocaso. La luz se retiró en un abrupto mutis, incómoda tal vez por la intemperancia de las pesadas nubes. “La melancolía es una forma de poesía”. Wallace Stevens
LA CIUDAD MELANCÓLICA IX (o donde habitan los dioses de la paz eterna). Después de dos o tres kilómetros dimos la vuelta e iniciamos la remontada, cerca de las edificaciones y de la gente que hormigueaba entre los edificios. La ciudad se extendía a lo largo de la orilla derecha, según avanzábamos, pero la barrera de edificios inextricables y abigarrados nos impedía ver más allá.
LA CIUDAD MELANCÓLICA X (o donde habitan los dioses de la paz eterna). Había dejado de llover. Paramos frente a los crematorios situados en una superficie ligeramente elevada en relación al río. Se podía apreciar el reflejo de algunas hogueras vivas. Unos hombres las alimentaban con troncos y varias columnas de humo se hacían visibles en la distancia. Algunas personas miraban y otras se movían en el escenario, sin que supiéramos el propósito. En el río, mucha gente observaba desde barcas. La nuestra se situó detrás de muchas que había paradas y allí permanecimos un rato, mientras la tarde se apagaba rápidamente. No fotografié. Resultaba difícil comprender la ceremonia, el trance, tan natural entre esas gentes…