"La única estrategia que puede más que el tiempo/ es conseguir perderlo impunemente". Jose Manuel Caballero Bonald
LA INDIA QUE YO VI (3.14). “No puedo decir qué es lo que hace a una fotografía. No puedo decirlo. Es misterioso. Abres el obturador y dejas el mundo entrar”. Harry Callahan (…)
LA INDIA QUE YO VI (3.30). Jaipur. Allí existe, construido por el maharajá Jai Singh (1728), un enclave mágico que fotografié febrilmente durante más de dos horas. Formas y construcciones de una belleza enigmática y maravillosa se sucedían en un laberinto de artilugios que medían lo inaprensible: la relación del cosmos con la evolución de las sombras en la tierra, el paso del tiempo y su incidencia en los destinos humanos…
LA INDIA QUE YO VI (3.24). Galwar Bagh, enclave prodigioso de una belleza antigua, misteriosa, oscura. Hombres jóvenes y adolescentes se bañaban en sus piscinas escalonadas desde la parte alta del desfiladero. Fotografié a este hombre e, inmediatamente, otro que estaba cerca me llamó la atención por hacerlo. Al parecer invadí su intimidad, que en ese momento tenía un componente de ritual místico o religioso que yo no supe ver. (…)
LA INDIA QUE YO VI (3.28). Los hombres de espaldas III. Este otro hombre cree poseer algún tipo de verdad; quizá siente que le ha sido revelada como una gracia de algunos de sus dioses o de su Dios particular. Tal vez. No lo sé. Vivía, o quizá solo ejercía, su profesión de iluminado en la orilla del Ganges, en Varanasi, persuadido de sus verdades. Ese misterio que yo no alcanzo y que llaman Fe. Qué puedo decir de seres como éste. Nada, no puedo decir absolutamente nada, porque entiendo muy poco de lo que les pasa (…)
LA INDIA QUE YO VI (3.27). Los hombres de espaldas II. En qué pensaba el hombre del Hotel Rajpalace, en Udaipur? Nunca lo sabremos. Él, si pudiera ver esta fotografía, tampoco se acordaría. Imposible. Yo, en el momento de decidir fotografiarle, tampoco sé en lo que pensaba. Cuando fotografío casi nunca pienso, solo manipulo mi cámara y miro alrededor a la búsqueda del punctum que salve mis instantes, sin más. Para mí, el acto de fotografiar es intuitivo e impulsivo, nunca reflexivo. O, dicho de otro modo, la vida creo que tiene que ver con la pasión y el impulso y muy poco con la reflexión (en mi caso). Por eso, el día que ya no pueda o no desee fotografiar, probablemente sea porque ya esté muerto, aunque aún no me hayan enterrado (…)
LA INDIA QUE YO VI (3.29). Los hombres de espaldas IV. Pienso en las vidas normales, indistinguibles, como la mía o la de mi familia, o la de las personas que me han precedido; dicho de otro modo, y en mi caso, en una vida que no ha embarrancado en la enfermedad o en la desgracia y que se ha desarrollado en el cadencioso e ineludible ciclo cotidiano de levantarse, trabajar, comer, dormir y así todo el tiempo en la larga cadena de días sin esplendor y me pregunto, qué es una vida? Se podría afirmar que existen vidas más plenas que otras, o más intensas, o más interesantes, o más felices, tal vez? No lo sé, no tengo ni la más remota idea. Mi abuelo materno fue un hombre parecido al que duerme en la carretilla del mercado de especias de la ciudad vieja de Delhi: se levantaba de madrugada, araba detrás de dos mulas todo el día y todos los días de su vida (este hombre lleva tirando de su carretilla, seguramente, toda su vida) y así hasta que murió, como morimos todos los de nuestra condición. En mi abuelo nunca descubrí un gesto de lamento o de infelicidad, fue un hombre que asumió su circunstancia con naturalidad, en paz, disfrutando de sus elementales y escasas satisfacciones diarias, como era su trozo de pan y bacalao seco, en la puerta de su diminuta casa, después de trabajar de sol a sol, como este hombre que descansaba plácidamente después de arrastrar su carretilla. Si todos seremos pasto de olvido, qué más da dormir en un colchón de plumas que en una carretilla si lo hacemos en paz. Me parece que estoy desvariando. Debe ser cosa de la edad (…)