-Incipit: El tiempo de la ilusión-. Recoge una selección de las primeras fotografías que hice a lo largo de algo más de dos años (1977-1979). Las mostré en dos exposiciones consecutivas en sendas galerías: Redor-Canon, Madrid y Tolmo, Toledo (un prodigio de gestión que nunca conseguí igualar). Fotográficamente, debí evitarme todo lo que he hecho después. Nunca he conseguido nada mejor en frescura, intensidad y pasión y, lo que es peor, gozar de una gran –ilusión- por lo que supuse que sería capaz de hacer (y que no hice)..,
Vuelvo a presentar series. Obedece a dos razones: primera, no tengo otra cosa que contar, segunda, me siento urgido a terminar con el propósito de reordenar las series fotográficas, que no es otra cosa que un despropósito. He echado un vistazo al calendario y he comprobado que quedan dieciséis días para finalizar el mes. Par. Me he alegrado porque así incluiré dos series por capítulo. De esta forma será más entretenido, espero (este asunto, en demasiados momentos, me está resultando muy tedioso). Comenzaré con LA FOTOGRAFÍA. Es obvio y necesario que dedique un capítulo al soporte y lenguaje en que me suelo ocupar (aunque también paseo, veo cine en televisión y, de vez en cuando, leo un poco). También me dedico a mí mismo, aunque no sé muy bien en qué consiste esa incompresible tarea: «en realidad todos nos contamos la historia de nuestra propia vida con la ilusión de seguir siendo nosotros mismos: vivimos con la idea de que no podemos conocernos, pero sí narrarnos» Ricardo Piglia. La serie se titula: -El tiempo de la ilusión-. Recoge una selección de las primeras fotografías que hice, a lo largo de dos años aproximadamente (1978-1979). Las mostré en dos exposiciones consecutivas en sendas galerías (un prodigio de gestión que nunca he conseguido igualar). Fotográficamente, debí evitarme todo lo que he hecho después. Nunca he conseguido nada mejor en frescura, intensidad y pasión y, lo que es peor, gozar de una gran –ilusión– por lo que supuse que sería capaz de hacer (y que no hice).
Esta es una fotografía de Portobello, Londres, realizada tres meses después de tu muerte. Mi madre no entendió que me fuera de viaje, pero no se atrevió a decirme nada. Todo seguía más o menos igual, aunque impregnado de tristeza, todavía mayor por la tremenda depresión que tenía Luisa. Pero la vida y el olvido avanzaron, lentamente al principio, pero sin dejar de crecer nunca. La idea de la muerte se incorporó a mi vida cuando despareciste, hasta entonces sólo había sido una noticia lejana. La percepción que empecé a tener de ti tenía otra dimensión y un peso más concreto y definido. Cuando estabas te asumía en la periferia de mi vida, con la naturalidad de una conversación telefónica, que por cierto, nunca tuvimos; sin embargo, cuando te fuiste, tus perfiles se me metieron dentro y ya no me abandonaron, circulaban en la consciencia sorpresivamente, indefinidos y sin control. A medida que han ido pasando los años tu imagen se ha ido desdibujando, como si la viera en el espejo retrovisor de un coche que se aleja. Ahora me está costando mucho recordarte; no estoy seguro del timbre de tu voz, ni de tu forma de andar, ni de las palabras que pronunciabas. Es angustioso porque ni siquiera puedo compartirlo, madre ha muerto y ya no hablo de ti con nadie. Ahora es cuando estás muriendo de verdad porque apenas si te recuerdo.
Conclusión:
Paseé por el interior del templo y por las instalaciones de alrededor y la sensación que tuve no era más elevada que la que podría haber tenido en el patio de operaciones de un organismo administrativo. Se conjuró el misterio y otras muchas cosas; entre ellas la belleza y excitación poética de lo desconocido. Esta es una de las razones de por qué la cultura es cada día más pulcramente aburrida. No fotografié y tampoco volveré.
pepe y las citas IV: «Todos sufrimos mucho en todo. Y los que no sufren, hacen sufrir. Y, por favor, no insista en el pasado. El pasado, con el tiempo, se convierte en pura invención, de modo que todo lo que de veras ha ocurrido ha dejado de ocurrir…De mi pasado no he hablado ni mucho ni poco: he hablado lo suficiente. Y también lo que hablé es pasado, es pura ficción sin imaginación, un continuo engañarse». Juan Antonio Masoliver Ródenas. Sí, me parece que es así; luego lo que decía ayer sobre los efectos beneficiosos de fotografiar y escribir, esencialmente, me crean la ilusión de que al caminar se dejan huellas, pero sabiendo que el cautelar paso del tiempo irá borrándolas. Como dice Masoliver, el pasado son partículas de polvo desvanecido que ya no pueden sostener nada; ni siquiera añoranzas, ni siquiera sueños y fantasmales anhelos. Yo, de hecho, no me acuerdo de nada de lo escrito, y no volveré sobre los pasos dados. Nunca, seguro. Mi escritura y mis fotografías, sin público, sin presente ni futuro son pura presunción vivencial. Pura entelequia. Nada. Y Nada es Nada. No sé cómo seguir pero no tengo otro remedio porque mientras me quede tiempo seguiré creando fugaces sombras…
¿Cómo evitar el simulacro,
cómo vivir sin desvivirnos?
Surcan los días por tu vientre.
Somos el tiempo que nos queda.
José Manuel Caballero Bonald
EL LIBRO DE LA RISA.
Ocurrente. Si colocas un elemento en un escenario ajeno o extraño a su naturaleza, o te acercas al arte o a la ocurrencia. Elige lo que prefieras.























