"Pero el arte no cambia las cosas, las ilumina y nos muestra que las cosas normales son extraordinarias". John Banville
No me gusta ir a la ciudad: ni lo necesito ni lo deseo; es más, me molesta profundamente tener que acercarme cuando no tengo otro remedio. Hoy, no lo he tenido: debía renovar mi permiso de conducir coches, otras cosas ya no conduzco, porque mi vida ya va sola agarrada a medrosas costumbres e inercias sin sustancia.
Siempre que voy a Lisboa me acerco a Sintra; es gozoso deambular por el recinto del Palacio da Pena, bajar y subir por sus intrincadas escaleras (como esta), buscar rincones umbrosos, asomarme a miradores vertiginosos con arcos de aire y luz, adivinar la secreta y visionaria lógica de los constructores, recorrer senderos suspendidos en la roca, buscar perspectivas y ángulos imposibles y hacer fotografías que me gusten tanto como ésta.
LAS COSAS COTIDIANAS. El cuarto oscuro IX. Uno de los aspectos más o menos enigmáticos en mi tarea de copiado es la selección de negativos a copiar. A lo largo de un año suelo hacer en torno a quinientas fotografías; por ejemplo, en dos mil dieciséis seleccioné quinientas cuarenta y ocho entre toda la toma realizada: las incluí en la base de datos y las escaneé. De esas, he seleccionado ochenta y nueve para copiar, es decir, en torno al dieciséis por ciento. No me tomaré la molestia de hacer el mismo cálculo en otros años pero seguro que saldrían más o menos las mismas cifras, suelo ser bastante regular en todo lo que hago. No sé dónde quiero ir a parar con todo este galimatías; ah sí, me preguntaba qué criterios orientan mis decisiones de cara a copiar o no y por qué. Ahora, así, a bote pronto, no lo sé. Intentaré responderme a la pregunta poco a poco; aunque no sea necesario, por supuesto. Quizá solo sea porque las que elijo me gustan más que las demás. En este caso, la de hoy, es porque me gustan mucho los proyectiles de piedra de los viejos cañones. Tengo algunas fotografías de esta munición que he ido haciendo a lo largo del tiempo, y todas las he positivado.
Datos de copiado de la fotografía de hoy:
Formato negativo: 120 mm (Ilford Delta 3.200)
Ampliadora: Beseler 23 CII (objetivo, Componon 100 mm)
Papel: Ilford Multigrado Warmtone (Baritado) Brillante
Tamaño: 28*35 cm
Grado de filtro: 5
Tiempo de exposición: 22”
Revelador: Eukobrom
Fijador: Tetenal o Ilford (dos baños)
Eliminador de Hipo: fórmula propia
Virador: Selenio (Kodak o Ilford)
Secado y planchado
Copias realizadas: 2
Destino: caja de cartón en un mueble ad hoc
Tiempo de guardado en la caja: inespecífico (seguramente hasta mi muerte, momento en el que terminará en un contenedor de basura urbano)
Veintisiete de septiembre. Diez y cinco (a.m.): es lunes y el sol se ha hecho presente a la hora que le tocaba. Sin ningún impedimento. Es un sol que aunque de Septiembre, se parece al de Octubre. Otoño ya. También yo. Veamos, miro la lista azarosa de fotografías del VIAJE, la que toca hoy, y me encuentro con ésta. No se me ocurre nada «real» que decir sobre ella. La podría ubicar, señalar dónde está realizada y por qué; pero no quiero. Eso no añadiría nada a la fotografía ni a mí. También podría desarrollar una teoría conceptual sobre formas y texturas, o quizá no sería capaz, pero da igual, porque tampoco me apetece hacerlo. También aventurarme a indagar sobre cierto sentido o percepción de la realidad o tal vez de la metarrealidad fotográfica. Me pregunto: ¿la fotografía es en sí misma el resultado inevitable de una percepción metarreal? Dónde están los límites? Aún a riesgo de caer en un decepcionante simplismo, creo que se encuentran en uno mismo; tanto como realizador, como espectador.