"...todo en esta vida es tan misterioso como la carretera de Sintra, y todo es novelable. Y sencillo…" Patricia Highsmith
Dos de Junio V: en torno a las ocho, espero, aparecerá ante nuestros ojos el magnífico puente veinticinco de abril. Cenaremos en la Cervecería Trindade y nos retiraremos pronto para mañana volver a recorrer, una vez más, incansablemente, los alrededores, de norte a sur: Mafra, Sintra, Cascais e incluso llegar hasta Cabo Espichel, que tanto me impresionó cuando lo visitamos en dos mil seis. Deseo vivamente volver a Sintra, al Palacio da Pena, lugar que guardo en mi memoria como uno de los más singulares en los que he estado en mi vida. He realizado fotografías allí que me hacen feliz. Siempre hay que volver a los lugares en los que uno se reconoce espiritualmente. No sé qué nos encontraremos mañana (tres de junio), pero seguro que habrá merecido la pena ir. Se me acaba el tiempo. Nos vamos. Contaré el viaje después, si es que fotografío y se me ocurre algo que escribir…
…oh Diana cazadora
que azuzas a tus perros contra el hombre.
Leopoldo María Panero
Tres de Junio VI: después de comer, el Palacio da Pena. Siempre por fuera. Primero mi cita ineludible con la jardinera del pasadizo de acceso, que fotografié en mi primera visita en mil novecientos ochenta y cinco, y que se convirtió en una de mis fotografías emblemáticas de aquellos años (diario del trece de junio pasado). ¿Por qué? porque me pareció una imagen misteriosa, con un halo de romanticismo decadente muy acorde con mi espíritu y con el del palacio. Aquella fotografía me sigue fascinando veinticinco años después. Quizá mi mirada no ha cambiado en nada. No pude resistir la tentación de volver a hacer la misma toma, aproximadamente, como la recordaba. La cámara la misma: mi vieja cámara grande, más joven entonces (lo mismo que yo); la película lenta, de grano fino; la de ahora, más rápida y granulada; en el ochenta y cinco me ayudé de un trípode, ahora no; y el flash lateral fue y ha sido el mismo. Resultado de entonces: excelente. Resultado del mes pasado: peor, sin duda. El nostálgico autoplagio no me ha salido muy bien, lo que me dice que lo hecho, hecho está, y repetirlo carece por completo de sentido…
Neptuno vino el primero a la Atica, e hiriendo la tierra con su tridente, hizo nacer un mar. Giardino di Boboli. Firenze.
Llevo más de un mes afanándome en remover la masa informe de imágenes que llevo haciendo desde hace tantos años ya. Trabajando. Es una tarea paranoica, obsesiva, adictiva (me molesta tener que interrumpirla para cumplir con cualquier necesidad). La operativa consiste en asomarme al gran recipiente circular, donde aparecen fugazmente imágenes que vuelven a hundirse para no aparecer, quizá, hasta días después. Miro atentamente y de vez en cuando cojo alguna; las que de pronto refulgen en mi memoria o en el subconsciente. Pienso en ellas; en el momento en que las traje a la luz, y si no me resuenan dentro, las devuelvo al liquido indefinible y viscoso (se parece al amniótico, sin serlo, por supuesto). Cuando la fotografía que tengo delante me transmite un débil aliento, o síntomas de vida interior, la coloco en otro recipiente más pequeño. Alternativamente, también voy observando estos recipientes y realizando la misma operación. De ahí a otros aún más pequeños, a los que doy el nombre que me haya dictado el deseo de saber, el subconsciente, la memoria, o la ansiada inspiración. Ésta, por ejemplo, la he colocado, transitoriamente, en el que he llamado (por ahora), -los fundamentos de la melancolía-