Famosas novelas, los pájaros negros achicharrados, la devoción como un juego (de disfraces) y Prometeo redivivo...
Famosas novelas
…debió ser que en aquella época leía con entusiasmo a Edgar Allan Poe. Seguramente fue eso.
De este montaje sólo recuerdo que la casa, abandonada, la tomé al asalto; los pájaros me los proporcionó un amigo, y ahora no encuentro el argumento, se me perdió, inadvertidamente, en algún día anónimo…
Pazos dice que es ateo, yo también, y como Pazos no soy «artista Dios«; me dedico a este diario que no es otra cosa que un collage que dura mucho. Fotografío recortando parte de lo que encuentro (muchos hacen lo mismo) y además, pego palabras a cada fotografía cada día, y luego, unos días a otros, y me salen historias o collages que a veces duran días y días (esto, no sé de nadie que lo haga). Tampoco invento casi nada, sólo corto y pego. Pazos, también dice: «El proceso de una pieza puede durar años o unos segundos…» a mí me pasa lo mismo, una historia puede abarcar mucho tiempo fotográfico o un instante.
…No creo que sea un problema de educación formal o institucional. No, el mundo y sus experiencias y conocimientos y la sabiduría acumulada en siglos están ahí, cualquiera puede acercarse y cogerlo. Si se tiene el deseo, claro, porque si no la ciega ignorancia será la fatal consecuencia de la que nadie será responsable. Además, no encontrar el camino por intermediación de otros, bien mirado, resulta provechoso porque remite a la búsqueda incesante y eso entretiene mucho. Y hasta puede enriquecer, desde luego. Tal vez, buscando y buscando, de paso, se pueden encontrar y hacer cosas interesantes. En mi caso, nunca he tenido la sensación de estar en lo cierto, en lo conveniente, y tampoco en el camino que me llevara a algún sitio sensato y eso ha estado bien, muy bien. No quiero ni imaginar cómo habría sido mi vida si hubiera tenido las facultades y la determinación de ser «algo» concreto y provechoso; médico de «cabecera» por ejemplo. Vértigo me da esa posibilidad. Ahora, en vez de escribir esto tan absurdo pero tan mío, estaría recetando paracetamoles, o cualquier otra cosa peor: un consejo de «vida sana», sin ir más lejos. Espeluznante. O cura, sí cura, habría estado bien ser Cura porque a una cierta practicidad (les pagan por tener «fe» en lo invisible y contarlo) se unen las certezas, la ausencia de temores sobre el más allá, y hasta una cierta emoción sexual, según he oído. No sigo con esta reflexión porque me puede dar un ataque de risa convulsa o un infarto o una arcada seca, solo de pensarlo. Coño, ¡qué suerte tengo de no haber llegado a ninguna parte!
EL LIBRO DE LA RISA.
Sisífica. Esta fotografía surgió de forma automática: la imagen se me presentó súbitamente y la realicé al día siguiente. Hasta aquí el origen. Luego, las preguntas, por qué pidió ser hecha? -exactamente no lo sé, aunque algo sospecho-. Ahora, después de tanto tiempo, puedo ensayar explicaciones culturales como El mito de Sísifo y elaborar una teoría creíble, además, precisamente hoy que es el día del trabajo o de los trabajadores (no sé muy bien qué fue primero). Sísifo es el trabajador por excelencia y como tal la esencia misma del absurdo. Por cierto, tampoco sé muy bien si esta celebración tiene algún sentido: qué hay que celebrar? …subir la piedra eternamente a la cumbre una y otra vez (como el trabajo, cada día, una y otra vez, inútil y estúpidamente). También podría echar mano de asociaciones más o menos subconscientes como por ejemplo: que la piedra simbolice el peso del mundo, el peso sobre la libertad, el peso de todos los pesos que rompen la espalda de hombres (y mujeres) y sus espíritus. O quizá una razón más «artística» que tenga que ver con imágenes surrealistas, como el misterio de las piedras en la pintura de Magritte. Seguro que con todo ese material podría elaborar un texto vistoso que diera el «pego«. Pero no, no fue nada de eso (o sí, pero no lo puedo asegurar). Lo que ocurrió es que me encontré tiradas en una cuneta simulaciones de piedras de granito realizadas en porespan y claro, cómo no aprovechar el hallazgo para crear una imagen que resultara sorprendente aunque fuera con «truco». Llamé a mi amigo Manolo quien, con la infinita paciencia que tenía conmigo y mis ocurrencias, me ayudó a perpetrar la dichosa imagen.