Performance otoñal…
Esta fotografía la titulé «El psicoanalista», fue una asociación automática. Eso creí en un primer momento pero me engañaba, y no porque el fotografiado (mi amigo Luís, el del otro día) sea psicoanalista. No, el automatismo procedía de la propia fotografía; sólo podía tener ese título. Mi amigo en aquel momento todavía no lo era y yo no tengo facultades adivinatorias, pero la fotografía creo que contiene elementos simbólicos que cuentan, o lo pretendían, más o menos intuitivamente, como veía yo a mi amigo y su forma de relacionarse con el mundo.
ESCRITO EN MI DIARIO, HOY HACE 20 AÑOS.He decidido escribir mi nombre con minúscula; por otra parte llevo mucho tiempo haciéndolo.* El pasado fin de semana: el más estúpidamente largo y aburrido de los últimos meses. * Ni con un excelente equipo de guionistas conseguiría hacer de mi vida una historia mínimamente presentable. * Llevo muchos días aparcado en mi sillón. El teléfono no suena, ni puñetera falta que hace. * Al laboratorio me da grima entrar; luego no entro.* Ayer no hice nada, hoy saldré a dar una vuelta e iré al cine, mañana me quedaré en casa !viva la existencia sosa!* El otro día una larga conversación con L. sobre el amor, la soledad, las relaciones, el pasado, el futuro…la misma monserga de siempre.
ESCRITO EN MI DIARIO, HOY HACE 21 AÑOS.
Artela Lusuviaga, S.J. (reflexiones de un jesuita sobre el deseo y Buñuel). «El deseo nos expone al riesgo total de buscar lo imposible, la imposibilidad es el puente sobre el abismo que separa la realidad del deseo. Cada deseo satisfecho nos acerca a un nuevo deseo insatisfecho, cada escalón de la posibilidad nos acerca a la imposibilidad total, a la muerte. Somos insaciables de la vida, pero la muerte es insaciable con nosotros. El amor y la revolución, puntas incandescentes del deseo individual y del deseo colectivo, son ensayos de la muerte. El acto sexual en Buñuel es semejante a un espasmo mortal, no a la pequeña muerte, sino la muerte iluminada. La agonía sexual en Buñuel es más imaginativa que copulativa.» -La mía también-
«…no hay ningún vínculo necesario entre una cosa, su imagen y su mismo nombre». René Magritte. Esta imagen está concebida en un tiempo de desorientación. Esa sensación me ha acompañado más persistentemente que ninguna otra. La fidelidad mutua que nos hemos profesado es digna de un epitafio grabado a fuego en mi historia, y en bronce en mi tumba. Corría el año mil novecientos ochenta y seis (aún era bastante joven), pero no tenía demasiada fe en mis posibilidades. Lo curioso es que tampoco me había rendido. Mi tiempo estaba dominado por una cierta ansiedad insatisfecha, y oscilaba entre pequeñas derrotas e insignificantes victorias. Pero, eso sí, todo pequeño y provinciano (como ahora). Será el destino. De vez en cuando me daba por ponerme «creativo» y arrastraba a algunos de mis amigos a que representaran algún papel en mis fotografías, y eso tenía un efecto apaciguador en mis frustradas urgencias. Por eso, la serie a la que pertenece esta fotografía, se llama: -el anhelo terapéutico-
SOBRE LA ENVIDIA Y LA MUERTE (y el éxito): no creo sentir envidia por nadie y por todo el mundo, al mismo tiempo. Por fin creo saber quién soy (creo que siempre lo he sabido) y para eso nunca he tenido remedio: «Cuando finalmente supe quién era, ya no me importaba». Juan Antonio Masoliver Ródenas. Lo que me parece que sucede es que una sola vida no basta para una vida, para el hecho de nacer y morir una sola vez. Sí, aparte de la mía, que no cambio por ninguna, también quisiera vivir otras, muchas, porque ahora que se acerca el final siento una aprensiva decepción al saber que la mía se me ha quedado corta. Quizá por eso me paso el tiempo leyendo novelas, viendo películas y teatro y observando cómo viven los demás (bueno, eso muy poco) para así expandir un poco lo que me queda; «La literatura no salva la vida, pero puede darle sentido» Claudio Magris. Pero eso no es envidia, es ansia, insatisfacción por no abarcar más y más ¡¡¡todo se queda tan corto!!! Hace unos días escribía en este diario sobre mi pavor a la muerte, y también en esos días leí, no me acuerdo dónde ni de quién, algo así como que el miedo a ese fatal momento era tener la sensación de no haber vivido lo suficiente. Puede que sí, que también sea eso. El caso es que una de las posibles experiencias exuberantes de la vida puede ser revolcarse en el éxito, concretamente el artístico que es el que más me atrae, y no, de ese no voy a saber nunca cuál es su tacto, densidad, temperatura, olor y color…