Berlín y Granada unidas por el claroscuro y las presencias fantásmales…
UN PRODUCTIVO VIAJE A MADRID (ocho de diciembre) II. Lamentablemente, la vida de Mariano Fortuny fue corta. Tan solo treinta y seis años y parece increíble que le diera tiempo a realizar tan inmensa obra. Si hubiera alcanzado los ochenta, su transcendencia artística habría estado a la altura de los más grandes artistas de la historia, sin duda. Me impresionaron todas las vertientes de su creación, especialmente aquellas donde muestra a personajes en diversas e inagotables actitudes y situaciones. En sus obras se aprecia una vitalidad desbordante, tanto en su tratamiento de la luz como en el ritmo interno que imprime a sus escenas y motivos. Nada en él sugiere estatismo y frialdad. Vibrante. Ya se aprecia en su pintura indicios de un impresionismo que no tardaría en llegar, pero, para mí, su obra es de mayor calado que la de la mayoría de los impresionistas, tan prestigiados y, en alguno de los casos, tan sobrevalorados. Dos horas de gozo sin cansancio, en ningún momento.
EL JUEGO DE LAS APARIENCIAS. A partir de mañana, propondré cuatro citas de autores que, sin aludir directamente al hecho fotográfico, podrían establecer una relación directa con su esencia misma (primigeniamente entendida como reproducción mecánica de las intenciones del fotógrafo). En principio pensé en dividirlas en «pro» y «anti», dos de cada; me pareció que a veces se me ocurren demasiadas tonterías y me olvidé de la idea.
Esta fotografía la hice el mismo día que la de ayer lunes. Era una época en la que fotógrafos meticulosos todavía podíamos desplegar nuestro trípode con objeto de obtener el máximo rendimiento de nuestro equipo, sin otro interés que recrearnos fotografiando. Ahora es una práctica proscrita. Algún día contaré las penalidades que supone llevar trípode y que en alguna ocasión ha supuesto sufrir la persecución de vigilantes que iban transmitiéndose mis movimientos y estableciendo presión por zonas hasta terminar echándome del lugar dónde me encontraba. Penoso.
Lunes: sexto día de viaje. Granada. Siempre iba a la Alhambra a fotografiar, cómo no, pero me resultaba difícil sustraerme o trascender la rotundidad y evidencia de la arquitectura. Casi siempre me frustré fotografiando allí, así que ya ni siquiera viajo a Granada. Esta fotografía y algunas otras (una aparecerá mañana) resultaron excepciones. El viaje duró algunos días más, pero de esos no escribí y ni siquiera me acuerdo.
“COMO DECÍA ORSON WELLES, para tener material siempre nuevo, basta confiar en las noticias”. Darío Fo. A mí, Darío Fo nunca me ha interesado y no comprendo su premio Nobel. Tampoco entendí del todo el de Bob Dylan. Será porque soy un hombre limitado en amplitud de miras; sí, será por eso. Pero, no me resisto a dar una opinión, y es la siguiente: a veces, los premios nóbeles de literatura están muy sesgados por cuestiones políticas. No, no he dicho nada original, ni siquiera inteligente, me temo. Sin embargo, en esa cita, Darío Fo (u Orson Welles) tenía razón. Eso me remite a una última noticia que los medios han manoseado hasta la arcada: la disolución de la banda terrorista ETA. En una película vista recientemente, que no me ha dado para una Digresión aunque está muy bien, Tres anuncios en las afueras, la protagonista reprocha con toda razón a un cura seboso (léase en la calificación no solo el aspecto físico sino, también y especialmente, el moral), que el hecho de apuntarse a una banda, en su caso la de los curas, supone una cierta connivencia con los suyos que son pederastas, desde el silencio encubridor. En el caso de los nacionalistas encubridores de terroristas, supone igualmente una corresponsabilidad moral o, dicho de otro modo, culpa compartida. Pues bien, toda esa gente que ahora se apunta a una infame magnanimidad de los terroristas y se fotografía aprovechando el evento, son igualmente gentuza de la peor especie. Algo así como si los nazis siguieran celebrando algo como la paz después de la derrota…
SIGO CON LO DE AYER: dice el lúcido ensayista italiano Nicolas Grimaldi: “La Filosofía clásica ha pensado en general que la creencia era la consecuencia de un conocimiento precario, débil, como si se tratase de un tímido ante el conocimiento. Y me parece que es una equivocación. Lo mismo describió Ortega y Gasset en «El Espectador». Decía que los fanáticos eran aquellos que tomaban una creencia como algo más válido que cualquier evidencia. La creencia no sigue una timidez de conocimiento sino una arrogancia de la voluntad: creo porque me gusta creer, que cuando creo, creo lo que me gusta y lo que quiero creer. Siempre hemos pensado o creído que lo verdadero se impone por su misma naturaleza. Ahora bien, la experiencia nos pone en evidencia lo contrario (…) Cualquier creencia consiste en tomar una ficción, un relato, algo novelesco, por algo real. Tomar una ficción por una realidad y luego considerar la realidad como un pequeño obstáculo para la realización de un sueño. Ocurre cada día.” Así se comportan los nacionalistas, de los que los terroristas son consecuencia, sin tener en cuenta cualquier consideración moral, como es respetar la vida humana. Y no, nunca, en ningún caso, podrían considerarse idealistas porque son capaces de arrasar a los demás y el orden en el que se asienta la convivencia de los demás, y eso no es idealismo, sino la más baja y aberrante expresión de la naturaleza humana.