Momentos de escasez y viejos hoteles con voces fantasmales a medianoche…
LA SEGUNDA VEZ QUE FUI A LISBOA fue en mil novecientos ochenta y seis, y dormí en esta cama. Fui porque quedé cautivado por la ciudad un año antes, y desde entonces no he dejado de volver. Dormí en esta cama de una triste pensión, a la espalda de la Avenida de la Libertad, en una pequeña plaza de la que no recuerdo el nombre. Ahora me resulta curioso constatar que, a pesar mis posibilidades han mejorado considerablemente, nada más ha cambiado. Sigo siendo exactamente el mismo. En algunos momentos de aquel viaje, que hice con dos amigos, tuve algunos accesos de inestabilidad emocional, los mismo que podría pasarme en estos días, porque no noto ningún crecimiento o progreso en mi manera de estar en el mundo, aunque tampoco creo haber empeorado. Lo que sí me ha sucedido en estos treinta y dos años es que he envejecido espectacularmente. Pero, por lo demás, en cuanto a mi madurez o, mejor dicho, falta de ella, todo sigue igual. Fotográficamente también. Sigo haciendo las mismas fotos que hacía entonces. Los artistas evolucionan, y se hacen más complejos e interesantes, y mejoran gracias a su experiencia. Yo no, pero es que no soy artista.
Salíamos por la mañana y volvíamos por la noche; la habitación no invitaba a permanecer en ella despiertos…
Miércoles: seis de Agosto ¿y ahora que hacemos? Cogimos el coche y nos alejamos de Las Vegas a las nueve de la mañana en dirección a Tucson. Llegamos a las seis y media. Búsqueda laboriosa de hotel. Después de varias vueltas nos decidimos por el Hotel Congress, de 1903. Parece que allí se hospedó John Dellinger (*). El chico de recepción era hablador y amable; nos contó muchas cosas (creo). Naty charlaba con él, yo sólo le miraba atentamente, pero me cansé enseguida de no entenderle. La habitación mantenía la decoración de la época y la fotografiamos con ganas. Después, búsqueda de sitio para cenar; también laboriosa. Finalmente restaurante Caruso: comida italiana horrorosa. Al volver al hotel descubrimos que había un restaurante aceptable. Irritante desorientación. Nos acostamos temprano.
(*) Allí, el 23 de enero de 1934, hubo un incendio dentro del hotel «Historic Hotel Congress» donde Clark y Makley se escondían utilizando nombres falsos. Los bomberos reconocieron a los hombres por sus fotografías, y un policía local los arrestó, al igual que a Dillinger y a Harry Pierpont. Se les encontraron varias armas y más de $25,000 dólares en efectivo, que representaban una fortuna para la época, parte del robo al Banco Este de Chicago.
Tuve la idea de ir a Lisboa a pasar tres o cuatro días; lo propuse a dos amigos y estuvieron de acuerdo. En aquel momento estábamos aquejados de una cierta ansiedad porque queríamos algo y no sabíamos con exactitud qué. Lo más probable es que en Lisboa tampoco lo encontrásemos. Nos hospedamos en una pensión de mala muerte. Veinte años después sólo me quedan vagos recuerdos y algunas fotografías. También notas en un cuaderno: ese que titulo -escrito en mi diario hace… (el de ayer)-. Utilizaré algunas en los próximos días. Ahora me parecen excesivamente influidas por uno de mis escritores de cabecera de aquella época, Peter Handke, y por tanto algo artificiales (no por causa de Handke, sino exclusivamente mía); aunque en aquellos momentos estaba convencido de mi sinceridad. Ahora no sé.
RELATO DE UNA NOCHE ENIGMATICA.Carmen y yo hicimos un viaje por la costa cantábrica en Octubre de 1980. Íbamos de sitio en sitio y cada noche dormíamos en un lugar diferente. Este es un hotel de Llanes. Llovía; cenamos y nos retiramos pronto. La habitación era sombría, tanto que sentí la necesidad de fotografiarla, cosa que nunca hacía aunque siempre me lo proponía. Esa noche sucedió algo inexplicable.
Muy asustados fuimos hasta el siguiente pueblo y buscamos un teléfono. Al otro lado, mi madre llorando: «por fin hablo contigo, que alegría que no te haya pasado nada». Yo no entiendo lo que ocurre y me explica que, a las 4 de la madrugada sonó el teléfono, era yo: «todo se ha acabado, pero no te preocupes, no pasa nada» y colgué. Ella pensó que me iba a suicidar porque además, el tono de mi voz era muy bajo y triste, como si estuviera en las últimas. A partir de ahí, movilizaron un dispositivo de localización que duró hasta las once de la mañana.