El lago helado. Mi vieja Mamiya también se heló y dejó de funcionar…
cada día copio menos, ahora tengo escáner, ¡qué bien!
dejo para el laboratorio las fotografías más apropiadas…
dudo…nunca sé del todo cuales deben ser.
10:15 a.m. Las vigas siguen colaborando colocándose en distintas posiciones. La conjunción de la luz, el lago y la ciudad empiezan a revelarse como más importantes de lo que suponíamos al principio.
Copia en el tamaño elegido: error,
copia algo pasada; otra más,
y así hasta tres intentos.
A veces las constantes repeticiones
se hacen pesadas y caras.
Una hora después, parece que los tonos están bien,
pero no me hago demasiadas ilusiones,
porque el secado siempre da sorpresas
desagradables.
Vuelta a empezar; hay que aclarar grises:
aumento un paso el filtro: del 2 al 3, o del 4 al 5,
que ya ni me acuerdo,
bajo el tiempo de exposición y sí,
los grises del cielo son más claros y sutiles,
en la copia mojada, apenas si se ven,
aunque están y prometen luminosidad:
cuelgo, seco y lo sutil se ha convertido en mediocre.
Menuda mierda.
Vuelta a empezar.
Luego vendrá el viraje, que a veces, sorpresivamente,
se comporta mal.
Plancho, reproduzco y guardo. Fin de la historia.
Llevo varios días en el laboratorio,
sigo la estela de la inercia: itinerario de actividad conocida,
poco frecuentada últimamente.
Es cuestión de práctica, sin apenas alma,
aunque esa vieja historia del espíritu
cada día me aburre más.
Lo importante es creerse algo y
alegrarse un rato.
negativo, porta, análisis de tonos, filtro a utilizar,
primera evaluación sobre marginador, decisión sobre el contraste,
elección de filtro para el papel multigrado, nuevo para mí,
prueba, rectificación, nueva prueba y así varias veces.
Vuelta a empezar, otra vez, y otra.