"Soy totalmente cuerpo, y nada más; y el alma es sólo una palabra para algo en el cuerpo". Friedrich Nietzsche
EL EDIFICIO DE LADRILLO ROJO.
INTRODUCCION.
«El hombre sólo es hombre en la superficie.
Quitas la piel, disecas:
Aquí empiezan los mecanismos, entonces te pierdes….»
Paul Valery.
El cuerpo no se cura ni se salva. Sólo espera. En la ciudad hay un edificio de ladrillo rojo. Es el edificio de nacer y morir. No es ni alto ni bajo, ni bonito ni feo, ni nuevo ni viejo; sólo es un edificio de ladrillo rojo. Lo construyeron hombres sin conciencia, con incomprensibles y largos pasillos en penumbra. No sabían que la enfermedad necesita toda la luz del mundo.
HISTORIAS DE LOS JUEVES. Hoy no hay historia, o sí; no sé. Lo que hay es una visita a un hospital (el edificio de ladrillo rojo, en el que murieron mi madre y mi amigo Masao Shimono), donde me van a realizar unas pruebas que me desagradan profundamente. No estoy alarmado, no creo que me pase nada serio, lo que me preocupa es que se están asomando demasiados médicos dentro de mi cuerpo y no me gusta: ellos buscan poner nombre a mis molestias y yo que se me quiten; por eso les dejo. Me tendieron desnudo en un superficie fría y una máquina con un objetivo inquietante se dedicó a moverse sobre mí. Dos o tres mujeres con bata blanca me dieron instrucciones y se refugiaron en otra habitación, supongo que para ponerse a salvo del influjo maligno de la máquina y de mi incomodidad. Menos mal que una de ellas se dirigía a mí llamándome cariño o corazón (no me acuerdo muy bien) y, aunque lo hiciera mecánicamente, a mi me enternecía y consolaba.
Por esos intrincados pasillos deambulan hombres y mujeres de uniforme, con semblantes pálidos; manejan cuerpos postrados y desfallecidos. También hombres y mujeres, sin uniforme, pálidos y desorientados, dan y reciben consuelos imposibles, en el edificio de ladrillo rojo,…
Mi amigo, mientras, postrado en el edificio de ladrillo rojo, habitaba
inconsciente en su último refugio de sueños. Todos nosotros, impresionados y
tristes esperábamos noticias, día tras día. Qué horrorosa y estúpida desgracia .
Allí, un amigo se muere, con parte del cuerpo destrozado por la carcoma canalla e impía y por vencidos bisturís. Estuvo así días y días, en el edificio de ladrillo rojo, esperando y esperando, pero ella, traicionera, no llegaba, sólo avisaba y se hacía notar con mensajes lacerantes.