"El hombre no soporta demasiada realidad". T.S. Eliot
…a veces veía cosas y situaciones, e incluso personas o apariciones desde las sombras; y otras no. En ocasiones fotografié porque vi; y otras porque creí ver…
El año pasado, concretamente el veinticuatro de diciembre, salí a dar una vuelta por la ciudad (la innombrable). Era mediodía y a esa hora algunas gentes salen a los bares a tomar aperitivos de tradición navideña y popular. Hasta ahí todo normal. Sólo había un problema: en determinados sitios o bares casi todos eran conocidos para mí. Miré atónito en torno mío y empecé a sentir un malestar creciente: todas aquellas personas, a las que hacía años que no veía, parecían salidas de una pesadilla, de un mal sueño. A algunas apenas si las reconocía: o habían engordado desmesuradamente y sus cuerpos eran un amasijo de carnes fofas, o sus rostros se habían consumido poblados de arrugas y sequedades.
Caminaba por el campo y me encontré con esta cara, (siempre fotografío estas cosas). Una vez ultimada, me di cuenta de dos cosas: la imagen desprendía una atmósfera mortal y la estructura de la cabeza era igual a la mía, especialmente la frente. La coincidencia inesperada me inquietó, aunque me tranquiliza el que todavía no he presentido al mensajero.
Epílogo: Todo lo dicho hasta hoy no vale gran cosa, se trata de cuestiones técnicas que se aprenden pronto. Lo importante es lo que decía Reiner Stach, biógrafo de Kafka, a propósito de su obra: «no sólo se trata de saber observar, sino que es preciso descubrir los signos ocultos en lo que se observa«. Quizá dentro de unos meses volvamos sobre otros aspectos.
La vida sexual de un hombre se divide en dos fases: la primera, en la que eyacula demasiado pronto, y la segunda, en la que ya no se le pone dura. Michel Houellebecq
Parafraseando a Houellebecq: qué puedo decir? Creo que nada, la obviedad no aconseja comentarios. Mejor que se parafrasee él a si mismo: «En el mundo moderno podías ser aficionado al intercambio de parejas, podías ser bi, trans, zoófilo, sadomaso; pero ser viejo estaba prohibido». Michel Houellebecq