Las mejores fotografías de mi vida…las primeras…luego, ni siquiera lo sé…
LA ELECCION III: también hacerse la ilusión de ser un creador y así poder vencer al tiempo … o al menos ayudar al «bien vivir o morir«
Durante el mes de Octubre, y casi la totalidad de Noviembre, me he dedicado a ordenar e inventariar todas las copias de menos de 50*60 cm. Especialmente todas las procedentes del formato de 35 mm.: 647 negativos positivados, de los que hay un total 1.038 copias. De 120 mm., 195 negativos, con 270 copias realizadas. El número total de copias que he rescatado de cajas olvidadas, para meterlas en otras, que también serán olvidadas, pero que al menos son otras, ha sido de 1.308. El número de las positivadas en 50*60, realizadas después de 1997, triplica, como mínimo ese número; pero esa monstruosa cantidad de material lo reordenaré cuando descanse un poco de este juego estúpido, innecesario y mórbido: sacar del pozo de la desmemoria las pruebas, reordenarlas, y volverlas a arrojar otra vez a la oscuridad. Así se construye el ridículo… Esta es una de las fotografías-prueba de la que, para mi sorpresa, tengo 3 copias realizadas en 1979…
pepe y las citas XLIII. ALMA:
«Háblame de otras almas, no de tu alma, y así me hablarás de tu alma». Antonio Porchia
«El alma de un hombre son sus preguntas». Rafael Argullol
«El alma se alimenta de todo, en especial de las pérdidas». Marina Tsvietáieva
«Creo que son los males del alma, el alma. Porque el alma que se cura de sus males, muere». Antonio Porchia
«Siempre es una pena lo que nos acerca al alma». Antonio Porchia
EL LIBRO DE LA RISA.
Simbólica. Parte sensible o blanda de un maniquí descuartizado. Con ella quería simbolizar la mirada oprimida, o la vida, creo. Aunque acordándome de lo que me interesaba entonces, más o menos, muy probablemente pretendía hacer una fotografía «original»; o ni siquiera eso. Ya no me acuerdo.
Lunes, veintidós de Abril. He terminado el libro de Julio Llamazares, Las lágrimas de San Lorenzo (uno de los que compré a primeros del mes de Abril). Había leído dos o tres referencias y críticas sobre esta obra, todas extraordinariamente elogiosas, y me las creí. Además, hacía sólo dos meses que había releído emocionado La lluvia amarilla, que volvió a parecerme una formidable novela. Han pasado veinticinco años entre una y otra, y ambas, como telón de fondo, hablan del paso del tiempo. Decepcionantemente, Llamazares, hace veinticinco años, cuando aún no debía sentir tan dolorosamente esas sensaciones de acabamiento y finitud de lo que nos ha sido dado, fue infinitamente más lúcido, poético y genial que en esta última. En las lágrimas de San Lorenzo (fenómeno de lluvia de estrellas que, curiosamente, hasta después de avanzada la novela, no caí tiene lugar en la noche en que nací yo, una estrella caída más, me dije), Llamazares sólo balbucea un repetido sentimiento de culpa por el alejamiento durante años de su hijo. Es la novela de un hombre de anhelada y modélica paternidad frustrada. Un lugar común escasamente interesante. Por si fuera poco, cuando su hijo le acorrala y le da la oportunidad de portarse con honor y verdad, miente y huye cobarde y mezquinamente. Ni siquiera la culpa le hace ser grande y generoso. Por lo demás, el sabido advenimiento de la flacidez de la carne, nada del otro mundo. Sí ya sé, el paso del tiempo y la ineludible decadencia es un tema siempre agradecido y resultón, tanto, que yo lo utilizo constantemente en este diario; pero claro, yo, talento y propósito de escritor, apenas, luego no me queda otra que aferrarme a mis elementales sensaciones (pero, para ese recado no se necesitan alforjas, o escribir nada menos que una novela). Insisto, a pesar de la opinión de todos los críticos del mundo, esta novela de Llamazares, o más bien rememoración aparentemente novelada, me ha parecido corta de vuelo y previsible. Dicho queda.
DICCIONARIO IMPROVISADO E INNECESARIO
KITSCH: Hoy Ambrose Bierce no ha venido. En su Diccionario del diablo sólo hay dos palabras que comiencen por K: Kilt y Krishna y de ambas no sé casi nada. Tampoco tengo fotografías que pueda utilizar sensatamente para ellas, así que prefiero traer un término que me resulte más próximo tanto cultural como estéticamente. También vivencial, ya que procedo de una clase social pobre e inculta; tanto la casa de mis padres como las de mi entorno social estaban bien abastecidas de objetos Kitsch. Nunca me sentí atraído por nada que tuviera que ver con esa estética, aunque quizá algunos aspectos del arte Pop que lo bordean me han interesado algo. También la imaginería popular católica tan radicalmente Kitsch puede que tenga algo de gracia. Ah, y por supuesto las manifestaciones festivas populares trufadas de elementos tradicionales como la marcha del orgullo gay, el futbol, la tauromaquia, en fin muchas, muchas cosas, pero voy a parar porque resultará que casi todo lo que fotografío y hago tiene que ver con lo Kitsch.