La triple hécate gritaba a la eternidad…
Sólo sé que, como no se puede renunciar a la búsqueda y expresión de la dosis de lucidez que te haya podido tocar, desde que me encontré con la fotografía ya no he parado. Seguiré haciéndola siempre, hasta el final. El ser o no «fotógrafo» es lo mismo; la cuestión es otra.
Ambrose Gwinnett Bierce (1842-1914?), soldado en la guerra de secesión americana, periodista satírico y escritor. Su obra está atravesada por un humor amargo y mordaz. Publicó varias obras además de la quizá más conocida El Diccionario del diablo, de la que quiero ocuparme los próximos días extrayendo algunas voces e ilustrándolas con fotografías. Bierce ha sido para mi un descubrimiento gozoso y sorprendente, por su ingenio, lucidez y modernidad. A pesar de haber creado la mayor parte de su obra en el siglo XIX, posee una frescura y una vigencia superiores a las de muchos de los escritores actuales. Hay un aspecto de su vida que me llama poderosamente la atención porque es un gesto de suprema elegancia y valentía: con setenta y un años se alejó de su mundo y viajó sólo a Méjico. Allí desapareció; nunca más se supo de él, ni dónde, ni cuando murió.
Lo cierto es que a mí, los lunes me dan un poco igual. También los martes. Hoy es martes y tengo la impresión de que nada de lo que pueda suceder me importa verdaderamente (salvo noticias inesperadas e indeseables). Aspiro a la máxima irresponsabilidad (o indiferencia; en relación al mundo, claro), aunque siempre procuro ser respetuoso con los demás y no hacer daño a nadie; a partir de ahí, lo que pase me trae sin cuidado. Una de mis ocupaciones más estables en mi vida ha sido la de informarme de la actualidad cultural y artística. Ahora, apilo en un rincón los suplementos culturales sin leer. Es el momento de asumir tranquilamente que ya no me queda casi nada por hacer.